Querid@ lector/a, a veces hablamos de inmigración como si de un fenómeno social nuevo se tratara. No es así. La inmigración existe desde la noche de los tiempos. Incluso, nosotros mismos, millones de españoles, fuimos inmigrantes durante años. Pero, no negaré, que en los últimos tiempos y con la pujanza de la economía, antes de la crisis financiera y de la pandemia, estuvimos unos años hablando del boom de la inmigración en España y, además, con movimientos tan poco frecuentes como las llegadas de ciudadanos de los países del este.
En todo caso, la inmigración es consustancial con la cultura y la situación geográfica de España. Hablamos español y esto tira de Latinoamérica y, además, somos paso del sur, de África al norte. Una inmigración que, más allá de historias, solo es un movimiento de seres humanos necesitados que, bien organizados y ordenados, son imprescindibles para el desarrollo económico y social de la vieja y engreída Europa.
Comportamiento inmoral
Por eso condeno el comportamiento inmoral que estos días han mantenido los líderes políticos, de la extrema derecha, claro, en el pueblo francés o aldea bretona de Callac. Y es que, el presidente Macron anunció un plan de dirigir inmigrantes hacia la Francia rural (con poblaciones vacías y envejecidas, heridas de muerte y necesitadas de vida) en vez de hacia los extrarradios de las grandes ciudades en los que con difícil integración viven hacinados. Ocasión aprovechada por el alcalde Rolland para que, la Callac abandonada, encuentre la revitalización a cambio de albergue e integración. Pero, repito, la extrema derecha, sin pensar en Callac y por imagen política, ha llegado hablando de odio, miedo, de sustitución de la población autóctona por el Islam, de reconquista… y lo han roto todo. Ojo, esa idea, la de Macron y Rolland, que también se podría aplicar en España, tiene los mismos enemigos aquí que allí.
Analista político
