AL CONTRATAQUE

Nos ocultaste tu rostro

Paco Mariscal

Paco Mariscal

Vecinos y allegados, la capital del Riu Sec anduvo como consternada el segundo domingo de Adviento; no pocos de sus habitantes torcían el gesto, preocupados, comentando el desaguisado, o irracionalidad acaecida por donde la salida hacia l’Alcora en su ciudad. Y uno, que pensaba dejarle un resquicio a la esperanza porque estamos en Adviento, tropezó con la amenaza social del exceso de velocidad en zona urbana; tropezó con el alcohol al volante, que no es solo irresponsabilidad sino también iniquidad social; y tropezó con la verborrea de la portavoz de la oposición en el consistorio municipal castellonense, quien habla de afán recaudatorio del gobierno municipal cuando habla de las denuncias por mala conducción, o control dictatorial del equipo de Fadrell cuando se instalan los necesarios radares. Amén. Porque luego la justicia, con los ojos vendados, considera la conducción con exceso de alcohol u otro estupefaciente como un eximente y no como un agravante. Y eso suele ocurrir en estados democráticos, quizás un pelín o un mucho garantistas a este respecto. Y es que la iniquidad social que causó la muerte de tres vecinos del Riu Sec debería compensar a la ciudadanía con trabajo social, y durante bastantes años, su incívico comportamiento. No perdemos la esperanza estos días prenavideños de Adviento.

Al cabo, en el Adviento esperanzador se solía cantar en las iglesias el Rorate, caeli, desuper, et nubes pluant justum, dadnos, cielos, vuestro rocío y que las nubes lluevan al justo. Uno de los himnos litúrgicos más bellos del que pueden disfrutar hasta los no creyentes. En el Rorate esperanzador, y parafraseando al profeta Isaías, se habla de las iniquidades humanas que ocultan el rostro del Santo de Israel, iniquidades que arrastran como el viento a los injustos o a quienes conducen con exceso de velocidad y alcohol. Iniquidades que no se compensan, repitámoslo, con declaraciones de luto oficial, banderas oficiales a media asta o frases hechas como las de la munícipe principal de Castelló, sino con trabajo social y reeducación. Los hechos, y no las palabras o los gestos manidos, señalan el camino esperanzador.

En puridad, la iniquidad del Carrer l’Alcora trochó la glosa o reflexión sobre un hecho esperanzador a derecha e izquierda del Riu Sec, en la huerta y el secano del País Valenciano y en el resto del territorio hispano: la integración, la buena y loable integración, de los miles de nuevos vecinos originarios de Rumanía en la sociedad castellonense.

ADN de nuestros antepasados celtibéricos

Dirán ustedes, vecinos, que las diversas regiones de la antigua Dacia son tierras latinas y el precedente, tierras conquistadas por el emperador cordobés Trajano y sus legiones hispano-romanas; dirán ustedes que, si se analizan los genes, muchos de nuestros nuevos vecinos rumanos poseen ADN de nuestros antepasados celtibéricos; que la resistencia a la conquista del caudillo dacio Decebal, que acabó suicidándose, es similar a la de Viriato; que este año coincide la fecha de su Navidad ortodoxa con la nuestra; que la lengua neolatina rumana facilita la integración, y muchos de nuestros nuevos vecinos hablan con fluidez valenciano y castellano; que nacieron en un país con minorías étnicas o culturales –magiar, gitana, alemana, turca, serbia, tártara entre otras-- con representantes en el parlamento de Bucarest; que llegaron desde la diversidad; que los necesitábamos como fuerza laboral y social, porque nuestros índices de natalidad son ridículos; que por eso estos días pasados, en el Castelló integrador --qui ací arriba, ací es queda– se celebró la cumbre entre de varios ministros rumanos con varios ministros de Madrid, acompañados del jefe del Gobierno de Bucarest y el inquilino de la Moncloa; y que el hecho de que la cumbre se celebrase aquí no fue casual, y la mayoría del vecindario del Riu Sec quizás tenga en ello un motivo de satisfacción esperanzada en Adviento.

Un contrapeso para el lamentable suceso del Carrer l’Alcora.

Suscríbete para seguir leyendo