La firma del director

Tiempo de paz y excesos

Ángel Báez

Las cenas de empresa con motivo de la Navidad son el preámbulo de unas fechas en las que las hipérboles emocionales copan el árbol de nuestra existencia. Encuentros con compañeros de trabajo que rompen la conciliación y que, entre vivas al director general, sirven para mostrar el reverso de las hieráticas relaciones laborales. Es un paréntesis en la rutina. Son los prolegómenos de las primeras campanadas del desaforado consumo, donde no faltan los amigos invisibles que ya conocemos y las cestas navideñas repletas de productos que jamás compraríamos.

Así, la prenavidad viene embalada de exóticas frutas escarchadas que nadie come, de salsas indescriptibles en lotes donde se espera ver lo que no hay y siempre se encuentra lo que no se busca.

Es el preámbulo de una fiesta que arrancará esta semana con el sonsonete de los niños de San Ildefonso, banda sonora de un tiempo marcado por los percusionistas de pandereta y los rizos carraspeantes del anís. Tiempo para la exageración, donde no faltarán los manteles que aún lucen sus últimos pliegues y atestiguan los excesos de menús sin fin.

Llega la Navidad y posiblemente la última tregua antes de un enero económico sombrío y una primavera electoralmente caliente. Tiempo de paz antes de que los pastores abandonen el idílico escenario de los buenos deseos, de romanos en son de paz, de herodes y felones en actitud contemplativa. Así, ahora toca aprovechar el momento, disfrutarlo, que la Navidad tiene periodo de caducidad y los buenos deseos dan para lo que dan.

Suscríbete para seguir leyendo