Las cuarenta

La apuesta de Bob Voulgaris

Pepe Beltrán

Pepe Beltrán

Siendo tan crítico como fui la semana pasada, no dejo de asombrarme ante la rápida y drástica decisión de Bob Voulgaris de destituir al entrenador del Club Deportivo Castellón, que no cesar, que para eso nos enseñaba Paco Mariscal la diferencia entre los verbos transitivos y los intransitivos, por mucho que la Real Academia haya aceptado tamaña irregularidad semántica de tanto como la han incumplido. Pero esa es otra.

Reconozco que no me gustaba la idea timorata del fútbol que planteaba Rubén Torrecilla, y mucho menos la tardanza en ofrecer variaciones y/o remedios a través del cambio de hombres o de tácticas cuando venían mal dadas, pero me resistía a pensar que su despido formara parte de la solución. Ítem más, ni Lionel Scaloni, en su condición de flamante --y merecido-- campeón del mundo podría garantizarnos el ascenso a Segunda dirigiendo al actual plantel de jugadores albinegros. Desde el primer día vengo alabando la implicación y el sacrificio de nuestros futbolistas, sin menoscabo de reconocer que su calidad distaba demasiado de la que se presupone necesaria para subir de categoría tras una liguilla tan larga como envenenada de relejes. Por paradójico que suene, se me antoja más accesible hacerlo por la vía directa de los campeones. La unanimidad reclama refuerzos para coronar ese objetivo. Cuántos y en qué posiciones ya parece más cuestión metafísica, porque cada uno ofrece una lectura tan particular como acertada. Y tengo seguro que llegarán, tal es la magnitud de la apuesta y el compromiso que adivino en la propiedad.

Mientras, como siempre, la lupa de esta sección pone el foco en la intrahistoria. A nadie escapa que Torrecilla formaba parte del legado de Vicente Montesinos y que, dado el ingente cúmulo de facturas y desagradables sorpresas heredadas, ello no suponía la mejor tarjeta de presentación. Basta recordar que Fernando Gómez y Xavi Galván fueron despachados sin tener en consideración la premura de tiempo de que dispusieron para componer una plantilla ciertamente competitiva porque, no hay que olvidarlo, en el mes de agosto nadie soñaba siquiera con la clasificación actual --segundos a dos puntos del líder-- y ya nos dábamos por satisfechos con eludir la desaparición a la que nos abocaba la anterior directiva. Así que los precedentes nunca jugaron a favor del míster.

Tampoco pasa desapercibido que a los nuevos mandamases no les gusta tener que recurrir a un traductor cada vez que piden explicaciones de algo y eso, para el que paga, adquiere una relevancia decisiva. Digo que tras ver dilapidar los tres puntos de ventaja sobre el segundo clasificado y sumar solo 5 de los últimos 18 disputados, les soliviantaba recibir dos tópicos --y a través de un intermediario-- como argumentación técnica. Así que me parece claro que la decisión no obedece al calentón de un día y que la misma ya venía fraguándose hace unas semanas. No han querido dar tiempo a que el bache se convierta en un abismo insondable sin saber siquiera los motivos. Tan solo me chirría que no se haya anunciado ya el nombre del sustituto, como tampoco el del nuevo responsable de fichar esos jugadores que aún hacen más falta. Desde dentro del club me tranquilizan. La forma de trabajar de Pitch32 no consiente filtraciones ni improvisación alguna. Pronto se anunciarán noticias importantes en ese sentido.

Por lo pronto, y siguiendo idéntica línea de actuación, en la Fundación debe andar más de uno con el culo prieto. La fecha de caducidad de algunas prebendas ya está próxima.

Post scriptum: Fue acabar el mundial y me vino a la memoria la película Cincinnatti Kid. En la secuencia de la partida de poker definitiva, tan apasionante y larga como la final de Qatar, el joven Steve McQueen pugna por el trono del juego con Edward G. Robinson. Tras horas de tensión, sudor y muestras mutuas de genialidad, el aspirante plantea un all in con un ful de ases, a lo que su veterano rival le espeta: «eres muy bueno, pero yo sigo siendo el rey», y descubre una escalera de color. Messi revalidó su condición frente a Mbappé y acabó con un debate espúreo, básicamente orquestado y patrocinado desde Madrid. Triunfó el fútbol. Veremos qué mano tiene Voulgaris, que es la partida que nos interesa de verdad.