Barraca y tangana

Todos argentinos

Ojo al fenómeno creciente: un montón de seres humanos están simulando ser argentinos por todas partes

Enrique Ballester

Enrique Ballester

Desde que Argentina ganó el Mundial estoy observando un fenómeno inquietante. España está repleta de seres humanos simulando ser argentinos mañana, tarde y noche. En cada una de las oficinas de este país se está dando al menos un caso. En mi trabajo está ocurriendo esto con Sergi: empezó entonando las canciones que coreaban en Mestalla a Pablito Aimar, siguió forzando el acento argentino para saludar y ya está ahora en la fase de preguntar a su madre si sabe de algún bisabuelo que viajara a América durante el siglo pasado, por casualidad, por si se pudiera nacionalizar. Está a un paso de buscar cómo se prepara el mate en un tutorial y entrar dando traguitos cada mañana por la puerta principal, con unas empanadillas listas en la bolsa para la hora de almorzar. 

Este fenómeno imparable y creciente no entiende de edad. Mi hijo me ha contado que el lunes llegaron al colegio todos los de clase gritando «Ar-gen-ti-na, Ar-gen-ti-na». Mi hijo tiene seis años y no había visto jamás la cara de Messi hasta que le salió en un sobre de cromos. Lo miró y me dijo que pensaba que era más guapo. Después lo vio jugar durante el Mundial y me dijo que pensaba que era más alto. Por lo que sé, había oído hablar tanto de Messi, y tan bien, que en clase lo tenían como una especie de superhéroe y en su mente esperaba un monstruo gigantesco. Mi hijo esperaba que el más grande fuera en realidad 'el más grande'. Si lo piensas un poco tiene sentido: casi siempre los grandotes juegan con ventaja en los partidos entre niños.

Me gusta cómo he cerrado el párrafo anterior, pero no nos dispersemos con lo mío: el tema que requiere nuestra atención es que ahora todo el mundo aparenta ser argentino. Imagino que terminarán investigándolo con fondos europeos. No veía nada igual desde que estrenaron Amelie y todas las chicas se dejaron flequillo, aunque eso al menos tenía sentido porque el flequillo es a las mujeres lo que la barba a los hombres: un dopaje estético de bajo coste socialmente permitido y aplaudido. Peor fue cuando el Castellón fichó a Natalio y puso de moda el peinado ese con mechas rubias entre los chavales, que ahora mismo no sabría describirlo pero todavía me duele un poquito. Ahora los chavales dicen achique, remera y campeonar, y qué mirás, bobo, anda pallá, y suenan a artista madrileño que habla con acento andaluz para impresionar al personal, y luego lo cambia por acento latino cuando se tercia la oportunidad de girar. 

El ‘Pibe’

El mañana es un océano de lágrimas, los chicles de menta saben a infidelidad y las modas siempre vuelven a empezar. Los chavales no lo saben, pero a lo de simular ser argentino llegan muy tarde, para variar. Quienes vayan a Castalia conocerán a Héctor Escrig, el speaker, y conocerán también que la gente lo llama Pibe. A mí lo del apodo me chocó enseguida y un día le pregunté a qué se debía. La respuesta superó mis expectativas, porque mola bastante la historia. 

Resulta que el primer día de clase, en el instituto, cuando la profesora pasó lista, al Pibe le dio por contestar con acento argentino. Como se rió toda la clase, y para que no lo castigaran por graciosete, tuvo que aguantar el curso entero hablando con acento argentino delante de aquella profesora. Sus amigos empezaron a llamarle Pibe en consecuencia genial, y Pibe se quedó el Pibe para el resto de sus días. 

Espero que al menos lo felicitaran cuando ganó el Mundial Argentina.

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