Barraca y tangana

El despertador

Los que venimos detrás contamos con ventaja: los que llegaron antes llevan un siglo ensayando respuestas

Unos jóvenes posan junto a un mural por la muerte de Pelé.

Unos jóvenes posan junto a un mural por la muerte de Pelé.

Enrique Ballester

Enrique Ballester

Hoy no ha sonado el despertador. Habrá sido por mi culpa y no me voy a quejar porque contra las máquinas no se puede luchar. Hoy necesitaba el aviso del despertador porque tenía que levantarme pronto para pensar algo para esta columna y dejarla escrita antes de ir a trabajar, pero no ha sonado el despertador y mi día ha descarrilado al completo, porque una vez rota la secuencia prevista ya nada me salva del todo mal. He ido a una rueda de prensa, he llegado después al periódico y no he tenido tiempo para pensar, pero la columna la tengo que enviar ya y ni siquiera sé qué voy a contar. El caso es que hoy no ha sonado el despertador y por eso estoy ahora comiendo mini bollycaos y almendras fritas con sal mientras alterno los traguitos de Nestea con las caricias al teclado del ordenador.

Es increíble cómo un pequeño detalle puede condicionar una tonelada de consecuencias. Como no ha sonado el despertador no he ido a comer a casa. Como no he ido a comer a casa... quién sabe cuántos acontecimientos han cambiado porque yo no he cogido el coche para ir a comer a casa. Igual he evitado un accidente gracias al despertador. Igual debería estar contento con el despertador. Igual me ha salvado la vida el despertador. Si no me despierta, ¿merece que sigamos llamándolo despertador?

Si pasamos al fútbol, porque aquí siempre pasamos al fútbol, ¿cuántas circunstancias de este tipo influyen en el camino hacia el resultado definitivo de un partido? Un partido es un cúmulo de detalles que condicionan una tonelada de consecuencias. El Girona, por ejemplo, habría preparado al milímetro el primer partido de Liga tras el parón por el Mundial de Qatar. Lo habría estudiado todo, pero en el primer minuto su lateral izquierdo hizo un pase hacia atrás inexplicable y regaló un gol al Rayo Vallecano. La secuencia prevista se rompió. Es increíble cómo un pequeño detalle puede condicionar una tonelada de consecuencias.

Un reto tras otro

El fútbol es así: constantemente te reta. El fútbol plantea siempre desafíos a tu inteligencia. Los que venimos detrás contamos con cierta ventaja: los que llegaron antes llevan un siglo ensayando por nosotros las respuestas. Nosotros llegamos después y asumimos como normales muchas de esas ocurrencias. 

Un día de Mundial, con varios partidos decididos con remates de cabeza, caí en la cuenta. El centro es un gran invento --me dije-, si lo piensas. Imaginemos a la primera persona que se le ocurrió eso. Estaba en la banda con la pelota, vio a su compañero en el área y ató cabos: ‘tengo que llevar la pelota desde aquí hasta allí y hay un montón de futbolistas rivales en el medio, ¿qué hago? Pues golpeo la pelota con el pie y la levanto con la altura exacta para que supere a esos rivales y caiga justo en la cabeza de mi compañero’. Maravilloso: física, matemáticas, ingeniería, I+D+i, pura ciencia. Ahora nos parece normal esa solución, pero ese tío es un genio anónimo aunque nos hayamos acostumbrado a ella. El centro es un gran invento. Yo no habría tenido esa ocurrencia.

Cuando Pelé enfermó, se viralizó un vídeo que mostraba algunas de sus jugadas y a varios de los mejores futbolistas de las siguientes décadas replicándolas con una exactitud que impactaba. Por edad y circunstancias, es de esperar que muy pocos le hubiesen visto jugar antes. No le copiaban, era algo más trascendental, en realidad. Era y es otra cosa que habla de legado, inmortalidad e inteligencia. 

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