BABOR Y ESTRIBOR

Vergüenza y sonrojo

Basilio Trilles

Basilio Trilles

Un grupito desaforado de ultras enturbió el acto pacífico y democrático de protesta por la retirada de la cruz del parque Ribalta. El infumable espectáculo de cuatro exaltados ayudó a crear confusión en favor de quienes aplican la ley de memoria democrática versión valenciana, dirigidos por la consellera podemita Rosa Pérez, que ha hecho bandera y cruzada propias del texto cainita que solo sirve para remover viejos fantasmas y dividir a la ciudadanía.

El caso que nos ocupa está doblemente cargado de ignominia, al pasarse por el forro el acuerdo municipal del primer Ayuntamiento de la Constitución que en 1979 presidía el socialista Antonio Tirado, con la colaboración de los dos representantes del Partido Comunista: Josefina López y Abel Martí; así como la participación de Esquerra Independent de Castelló, encabezada por el filólogo nacionalista Vicent Pitarch, al que acompañaba Ricard Colom. El resto de la corporación, 10 de UCD con Vicente Petit al frente y castellonenses tan significados como Joaquín Farnós, Pepe Falomir y Miguel Villalonga, y uno de AP, José María Escuin.

Transición

En los albores de la Transición era necesaria la aportación generosa de personas buenas que, procediendo de diferentes esferas de opinión política, en ocasiones muy alejadas, entendieran que era primordial el ejercicio de la tolerancia en la decisiva tarea de construir un estado de libertades sólido, desde la paz y la concordia. Aquel era el espíritu que presidía el pleno municipal, mayoritariamente de izquierdas, que decidió resignificar la hoy cruz maldita, despojándola de la simbología franquista. Desde entonces era un monumento en homenaje a todas las víctimas de la violencia. Ahora, la vergüenza y el sonrojo.

Periodista y escritor

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