COSAS MÍAS

Dar el pego

Antonio Gascó

Antonio Gascó

No puedo olvidarme de mi mujer. Creo que alguna vez lo he referido en esta columna. Los dos años de ausencia que sobrellevo, por cierto muy mal, hacen que tenga en mi mente siempre su recuerdo, como único bálsamo que mitiga, un poco, mi cuita. Era especialmente distinguida y gustaba de verse preciosa y recibir mis piropos y los de mis amigos. En esa actitud, y en otras muchas, resultaba realmente hechicera. Con la coquetería con que siempre se hacía perdonar algún gasto en su acicalo, un día me enseñó un vestido que se había comprado, que nadie hubiera dicho que no era de una marca fashion, de las que te pican el bolsillo cuando lo compras.

Una trampa fullera

--¿A que da el pego?-- me dijo obsequiosamente jacarandosa, significando que el precio no estaba para nada acorde con la excelencia de la prenda. Pues bien, la remembranza, me da motivo para este articulito de hoy. La locución dar el pego, viene de una trampa fullera que consistía en poner un poco de adhesivo en un naipe, para que, al presionar el tahúr sobre el engrudo, arrastrase la carta siguiente como si ambas fueran una sola. Así pues, dar el pego consiste en trapichear, haciendo pasar un elemento de escaso valor, que por su apariencia podía ser de mayor calidad, por otro de mayor importe.

En el tema de la vestimenta referida en el inicio de este artículo, patentizaba que esta daba a entender una prosapia que realmente no tenía. Tanto fue así que Marisa dio muy bien el pego con su vestido, porque ataviada con él, la vi realmente seductora.

Cronista oficial de Castelló

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