AL CONTRATAQUE

Esmeralda y su cabra

Paco Mariscal

Paco Mariscal

Vecinos y allegados de las comarcas castellonenses, norteñas del País Valenciano: Quien suscribe estos discretos comentarios o epístolas semanales, quiso redactar unos renglones en torno a la censura que pende como una amenaza aquí y en todas las sociedades democráticas, donde los extremismos intolerantes de la derecha o de la izquierda parecen resucitar o resucitan, aunque jamás desaparecieron por completo. Sin embargo, la mente voló por otros pagos, porque, hace tres o cuatro días y con 90 y muchos años, se nos fue para siempre al Infinito Esmeralda y su cabra, nuestra heroína cinematográfica allá por mediados de la pasada centuria, cuando todavía no habíamos alcanzado la mayoría de edad, que hasta la muerte de Francisco Franco estuvo fijada en 21 años.

Por aquel entonces acudíamos con asiduidad a los cines de la capital de la Plana. Para los adultos con arrugas del Riu Sec, el Rialto, el Saboya, el cine Condal y el cine San Pablo, el Rex, el Sindical --en la actualidad Teatre del Raval-- y el cine del Codony por donde ese Raval, son algo más que recuerdos. El precio de la entrada, una fortuna, pasó en pocos años de 2,50 pesetas a un duro sandunguero. A partir de 1957 aparecieron los planes económicos de los tecnócratas del Opus Dei, y con ellos la estabilización, los planes de desarrollo, la inflación y la liberalización en una economía hasta entonces de posguerra y autárquica. Pero el cine no nos lo perdíamos, porque las discotecas todavía no tenían acto de presencia. En medio de la escasa luz de nuestras salas cinematográficas conocimos, admiramos e incluso nos enamoramos de lindas y grandes estrellas como Ava Gardner, Sara Montiel o Gina Lollobrigida.

La norteamericana Ava Gardner había nacido en Carolina del Norte; fue varios lustros vecina del Madrid del oso y el madroño; belleza femenina lejana y sin par. Su película Mogambo, junto a Clark Gable y Grace Kelly, la recordaremos siempre por las ridículas actuaciones de la censura franquista: cuando el galán lujurioso le echa mano a la amante, esta le indica en la versión original: You’re turning into the african hotrod, algo así, en traducción libre, como te estás convirtiendo en un africano calenturro. La versión de la censura franquista tradujo en la película española: «Él clima de África te hace ir muy deprisa». Un ejemplo jocoso, aunque hay muchísimos más.

Sara Montiel nació en La Mancha, y se hizo famosa en Hollywood con Gary Cooper y Burt Lancaster. De vuelta a España nos empujaba al pecado. Insinuante, cigarrillo en la boca con larga boquilla, cantaba en El último cuplé: «Fumar es un placer genial, sensual». Mientras nos mostraba en la gran pantalla una porción nada desdeñable del canalillo de las tetas. No hubo censura. En plena Guerra Fría cantó en Moscú, y salió la semana siguiente en el Nodo obligatorio de Franco. Quizás se paseó Sara alguna vez por las orillas del Riu Sec.

Publicitó la calidad cerámica

Quien sí estuvo aquí, ya madurita, guapísima y sin la cabra, fue la gitana Esmeralda de Notre Dame de París. Publicitó un par de años la calidad cerámica de una empresa que no conoce fronteras, la Porcelanosa de Vila-real. De nuestra Esmeralda, la de la película basada en una narración de Victor Hugo, romántica por excelencia… de nuestra Esmeralda, la Gina Lollobrigida cinematográfica, nacida en el Lacio italiano, tan latino, se enamoran en el filme y en la novela de Hugo un estudiante y un capitán militar, un archidiácono y, platónicamente, el jorobado Quasimodo. Y platónicamente nos enamoramos de ella también, hace 60 años, los adolescentes y jóvenes sin mayoría de edad, que acudíamos a los cines en Castelló del Riu Sec. Por eso lamentamos su pérdida, y traemos a colación la frase de Victor Hugo, puesta en boca del libidinoso Archidiácono: «Hay ciertos nombres de mujer que poseen un misterioso encanto para engatusar los más recónditos secretos».

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