MÁS O MENOS BIEN

Tantos partidos y tantos conciertos

Enrique Ballester

Enrique Ballester

Debo de ser una de las personas que más conciertos de Magdalena ha presenciado en directo. También de las que más partidos del Castellón en Tercera División se tragaron. Juntas las dos cosas, lo mezclas y lo piensas un poco, y bastante bien aguanto todavía. 

A veces estoy en el sofá tan tranquilo, se me empieza a mover un párpado a toda prisa y pienso «esto son secuelas de aquella derrota en Llosa de Ranes». Otras veces me pega un tirón en el cuello, sin que tenga ese dolor ningún sentido, y pienso «esto es por aquel concierto de Bertín Osborne». El cuerpo lo aguanta todo cuando uno es joven, pero con el paso del tiempo afloran los castigos. Las consecuencias se pagan, y a mí no podía salirme gratis lo vivido.

Así paso ahora los días. 

Un bucle fatal

Debo apuntar que vi tantos partidos y sobre todo tantos conciertos porque me pagaban por contar después cómo había ido. Aquellos años deberían valer el doble para cotizar, si hubiera en este país justicia de algún tipo. Lo de los conciertos de Magdalena se hacía especialmente durillo. He visto y oído cosas que no creeríais en ese recinto. La dinámica me empujaba a un bucle fatal: cenaba, caminaba hasta allí, me apoyaba en una columna, observaba el paisaje e iba tomando notas en el móvil con sigilo. Después, para no sufrir pesadillas, no tenía más remedio que recurrir al alcohol para olvidar rápido. Al día siguiente iba al periódico y escribía las crónicas según lo apuntado en el móvil, cenaba, volvía a apoyarme en mi columna, a beber y etcétera. Cada año escribía tonterías más grandes y, en consecuencia, cada año estaban más contentos mis jefes. Salir de aquello fue más difícil que salir de la droga o que salir de Tercera, que más o menos viene a ser lo mismo.

Además, la mayoría de noches se complicaba lo de buscar compañía porque 1) los conciertos eran gratis pero no pagaban por quedarse y 2) tampoco querías abocar a tus amigos a ese estilo de vida. Preguntar a un amigo si venía a un concierto de Auryn o La Musicalité era un poco como pedir ayuda para una mudanza. Una vez vale, pero a partir de la segunda sugerían, con razón, que había profesionales que podían ayudarme.

Aquel periódico cerró. Por algo sería.

Suscríbete para seguir leyendo