La firma del director

Pobres más pobres

Ángel Báez

Las turbulencias económico-financieras han vuelto a sacudir las entretelas de la actualidad y, como siempre sucede con estos episodios, la incertidumbre cobra nuevamente protagonismo cuando aún estamos metidos muy de lleno en una crisis motivada principalmente por el fuerte encarecimiento de los costes energéticos y las materias primas.

Esta nueva sacudida financiera viene acompañada por la firme decisión de los principales centros emisores, como la Reserva Federal norteamericana o el Banco Central Europeo (BCE), de activar los tradicionales mecanismos de defensa que tienen en su mano y así enfriar el reactor económico de la alta inflación. ¿Y cómo lo hacen? Pues devaluando e incrementando los tipos de interés de un dinero que, tras un largo periodo de alegría expansionista, ahora toca embridar.

Si bien en la economía es fácil diagnosticar, no lo es a la hora de medir consecuencias. El vaticinio no es --nunca lo ha sido-- una ciencia exacta, pero nos puede vislumbrar realidades estimativas a corto y medio plazo. Y estas realidades que están ya aquí o están a punto de llegar nos hablan de que esta crisis hará más pobres a los pobres. O sea, lo de siempre. Porque las turbulencias suelen castigar a los más vulnerables --que para eso son los más vulnerables--. De ahí que tengamos nuevamente la necesidad de centrar nuestra atención en estas capas sociales, pero sin desatender a la clase media, porque si no lo hacemos, corremos el riesgo de dar otro paso atrás en esa pretendida cohesión social que es clave del bienestar.

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