AL CONTRATAQUE

Vuelo fantasioso de ida

Paco Mariscal

Paco Mariscal

Vecinos con derecho a voto junto al Riu Sec y por las comarcas serranas castellonenses: con el ánimo encogido por las llamas que devoran estos días el verde de nuestro Alto Mijares, se sueña con volar hacia algún recóndito lugar de la Tierra donde desánimo y preocupación fueran inexistentes. No es posible. Hasta que no se inventaron los globos aerostáticos, los planeadores aéreos o los aviones, volar fue solo una linda fantasía humana. El intento humano por imitar a las golondrinas que volando viajan a África dejando triste el alero, lo rastreamos en casi todas las civilizaciones: en la milenaria cultura china, en el apogeo del Califato hispano-musulmán de Córdoba o, como de costumbre, en la tradición grecolatina del mito de Dédalo e Ícaro. Estos dos personajes de la mitología clásica, padre e hijo, los atrapó Minos y estaban prisioneros en el famoso laberinto de Creta; no podían escapar ni por tierra ni por mar, y el sagaz Dédalo descubrió lo de las plumas pegadas al cuerpo con cera, artilugio con el que poder volar. Y volaron. Dédalo le había advertido a su hijo que no levantara demasiado el vuelo y se acercase al Sol. Ícaro desobedeció a su padre, se acercó demasiado al astro rey, se derritió la cera y pereció. Bella fantasía mitológica, cuya relectura deja de lado por unos instantes las llamas que tan temprano madrugaron este año en el País Valenciano y, además, parar mientes en lo fantasioso que rodeó y rodea el aeropuerto del Abuelito. Porque fantasioso --no lo olvidemos, vecinos-- fue y será confundir la realidad con la fantasía.

'Ghost airport'

Porque nunca desmintieron los protagonistas --José María Aznar, Francisco Álvarez Cascos y el abuelito Carlos Fabra– que los miembros hace algo más de 20 años del gobierno del PP de Madrid consideraron la construcción del aeropuerto de la Vilanova innecesario; la provincial Diputación de Castelló, entonces del PP, compró los terrenos, y la Generalitat de todos los valencianos asumió el coste, cuyo monto, no sabemos con precisión: 150 millones de euros, 200 millones, más todavía… los fantasiosos calculaban que el año 2021 pasarían por el aeropuerto del Abuelito un millón y medio de pasajeros: su construcción la justificaban en el desarrollo de proyectos fantasiosos como Marina d’Or Golf o el Mundo Ilusión de la Ribera de Cabanes, no menos fantasioso y lejano de la realidad. Aunque a lo ancho y seco de las Españas se construyeron aeropuertos tan fuera de lugar como el nuestro, el de Castelló se convirtió en el ghost airport para la opinión pública europea, es decir, el aeropuerto fantasma para los vecinos de Cercedilla. Ahora los gestiona una empresa pública, Aerocas, que depende de la Generalitat valenciana; antes lo habían intentado empresas privadas o como SNC Lavalin o Edeis.

Desde el 2015 son el morellano Ximo Puig y sus gobiernos de coalición los responsables de un aeropuerto, que no fue el suyo. Ellos, con Francesc Colomer a la cabeza por eso de la economía turista, andan preocupados para que al aeropuerto del Abuelito lleguen nuevos vuelos; intentan convertirlo en un centro de incubación de empresas , en hacer rentable una infraestructura que nació fantasiosa y se convirtió en símbolo del derroche y pelotazo. Mientras los contribuyentes desconocemos cuál fue el déficit del año pasado, y el Partido Popular en la Diputación de Castelló sobrevuela los cerros de Úbeda. Aunque esto último lo dejaremos para el vuelo de vuelta la próxima semana electoral.

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