Onda y l’Alcora con sus alcaldes siempre en la calle

Pasó lo que tenía que pasar. Que las elecciones se han disputado en clave nacional y los ciudadanos han castigado lo que significa la suma de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Y, con el río revuelto, el PP ha sido capaz de movilizar a sus bases, además de recuperar el voto moderado que estaba prestado en Ciudadanos.

   Ximo Puig ha logrado que el PSPV subiera, pero no lo suficiente. De nada ha valido que le tocara gobernar en un periodo muy duro con la recesión económica, la pandemia, la guerra o la inflación desbocada... Deja una Comunitat que ha recuperado su dignidad democrática después de cogerla hundida por los escándalos de corrupción. Y vuelve el PP (con Vox) tras el plebiscito a Sánchez.

Los platos rotos

 En clave local, alguno ha pagado injustamente los platos rotos. Otros se van al banquillo de la oposición por méritos propios. También los hay, aunque por desgracia demasiado pocos, que descubren el camino a seguir. Son quienes saben practicar la política más cercana y durante los últimos años han tenido el despacho en la calle para atender a cada vecino como merecía, sin complejos.

    Carmina Ballester (PP) y Samuel Falomir (PSPV) marcan tendencia. Gobiernan Onda y l’Alcora más allá de unas siglas, comparten los problemas con la gente de tú a tú, prestan más atención a las cosas domésticas que a las obras faraónicas y, además, saben vender la gestión. Por eso han arrasado en las urnas.

    Ballester fue defenestrada por los suyos, pero reaccionaron a tiempo. Cogió de nuevo la batuta, hizo su propio equipo --alejada de un Salvador Aguilella a quien Mazón le tiene tomada la matrícula-- y el domingo obtuvo en Onda un triunfo de resonancia nacional. Falomir, más de lo mismo en l’Alcora. Sabe ser el alcalde de todo el pueblo y compartir los problemas diarios. Hacen fácil lo difícil.

Subdirector de Mediterráneo

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