Soñar, un misterio

Henri Bouché

Henri Bouché

No sé si el sueño es una realidad o un misterio; ni sé, a veces, si ahora estoy soñando o en estado de vigilia. Hasta los grandes expertos no han llegado a una conclusión unánime. Para muchos el sueño es todavía un misterio. Algunos dicen que el cerebro cansado elabora una sustancia química que nos obliga a soñar.

Hay momentos soporíferos que provocan el sueño inducido: sermones aburridos, discursos repetitivos, conversaciones pesadas, etc. son capaces de producir este estado. Pero soñar, lo que se dice soñar, es algo de lo que no se libra nadie. A pesar de que uno se empeñe en negarlo. Porque, ¿qué es la vida, sino un sueño?, decía Lewis Karrol. Y no podemos olvidar la célebre y universal obra La vida es sueño de Calderón de la Barca.

De pequeño yo era un soñador nato: cada día le contaba mis sueños a mi madre, y ella, en sus íntimas tertulias con sus amigas, me hacía repetirlos porque decía que eran muy originales. ¡Una madre qué va a decir! Yo lo recuerdo vagamente.

Jung, Freud y otros (sobre todo este último) ofrecen interpretaciones psicoanalíticas que pretenden abordar el llamado inconsciente para ver qué sucede en él. Y hay sorpresas. Aprender de los sueños es importante por la información que pueden darnos.

La cuestión ya preocupó a los clásicos, quienes concedieron a los sueños un interés que el resto de la humanidad siguió creyendo en su poder y como fuente de creación científica o literaria. Escritores, artistas así lo creyeron. Y la cosa no es aleatoria: se dice que un adulto tienen un millar de sueños por año… que luego olvida. Y los hay en blanco y negro, generalmente, pero también en color, aunque algunos no lo crean.

El sueño es un estado de inconsciencia durante el cual el cerebro permanece, no obstante, activo, ayuda a procesar nueva información y a mantenerse saludable. Su variedad es grande: sueños recurrentes, lúcidos, pesadillas, terrores nocturnos, etc. Y hasta tienen un dios: Morfeo. Hay, incluso, sueños que luego parecen cumplirse: son los llamados sueños de precognición.

¡Ah!, ¿Y dónde se guardan los sueños? "¡Averígüelo, Vargas!", diría Isabel la Católica. Pero algunos científicos parece que estén de acuerdo en que se guardan en el neocórtex, la capa más externa del cerebro.

Y, ahora, ¡a dormir y soñar, lector!

Profesor

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