Muy pocas provincias en España aglutinan en apenas dos meses una oferta de festivales de música como sucede cada verano en Castellón. Podríamos hablar de las decenas de miles que siempre se dan cita en los grandes eventos como el FIB, el Arenal Sound o el Rototom, pero tampoco debemos olvidar aquellos que, si bien movilizan a menos entusiastas, también suponen un activo importante para promover el espectáculo, la cultura, el turismo y, con ello, dar una bocanada de oxígeno económico a los pequeños negocios. Tal como recoge Mediterráneo este domingo, se calcula que los festivales moverán este verano en Castellón más de cien millones de euros.
Para ser conscientes de la importancia de estos datos, la música generará en apenas unas semanas una cuantía que equivale a más de la mitad de lo que se viene gastando anualmente la Diputación Provincial en carreteras, servicios sociales, personal, lucha contra incendios, turismo, obras, competiciones deportivas, apoyo a todos los municipios...
Los festivales, más allá de las molestias lógicas que suelen acarrear el tsunami de seguidores que movilizan, es una gran fuente de ingresos. Y, como tal, hay que cuidarlos dotándolos de las infraestructuras necesarias para asegurar su futuro y convertirlos en una cita más amable tanto para el vecino como para el foráneo, promoviendo buenos accesos de ida y vuelta y perseverando, como se hace en la seguridad, aunque ésta parezca, a veces, meras cajas registradoras apostadas en el arcén en detrimento de la movilidad.
