Pedro Sánchez, presidente en funciones del Gobierno, resulta ser un tipo que nunca defrauda porque siempre va más allá incluso de lo imprevisible. El ínclito predicador, encantado de haberse conocido, está de vacaciones en Marruecos, territorio amigo desde que él y Mohamed VI quedaran unidos por unos móviles y la tecnología israelí manejada por los servicios secretos de aquella satrapía africana. Entre tanto, Sánchez ha dejado en pelotas al pueblo saharaui y fomentado la enemistad de Argelia. Empero, el caso Pegasus está cerrado y a vivir el colorido de los zocos bajo la complacencia del monarca alauita, mientras la futura ingobernabilidad de la nación resulta cada día más previsible. Mediando el colaboracionismo de los medios afines al poder, dedicados al proselitismo en el ansia de hacer triunfar un Ejecutivo multi Frente Popular, con el mango de la sartén en manos de Puigdemont, Otegi y Junqueras.
Perverso paralelismo
Cruzada de la que no es ajeno el director del Instituto Cervantes, camarada Luis García Montero, mediante la aportación intelectual en forma de artículo, publicado dos días antes del 23J en el hoy órgano del sanchismo, donde traza un perverso paralelismo entre El Quijote y la necesidad de frenar a la derecha. Como después señaló el colega Andrés Trapiello, la altura intelectual de la pieza La libertad, Sancho queda reducida a un mero engañabobos de tal guisa: «La crispación ha fijado un panorama en el que nos toca elegir entre la España de los odios y las inquisiciones y la España del amor, entre la heredera de Cervantes y la de Tomás de Torquemada». Manipular la figura de Miguel de Cervantes en pro del sanchismo es algo más que un exceso de sectarismo. Es una indecencia.
Periodista y escritor