El Periódico Mediterráneo

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Henri Bouché

La rueda

Henri Bouché

Metáforas del discurso

La semana pasada hablábamos de mirar hacia dentro para conocer la realidad exterior y actuar sobre ella. Cosa que, en parte se hace, pero, en general, menos. No miramos mucho hacia adentro y, por consiguiente, no proyectamos lo suficiente hacia afuera, con lo cual la participación en lo que se dice queda, cuando menos, en penumbra. Y así las cosas no se entienden.

Recuerdo cuando leí un libro sobre metáforas cotidianas de Lakoff y Johnson, me sorprendieron las que entresacaban de los discursos en general, especialmente de los políticos. Y es que la metáfora impregna la vida cotidiana, el pensamiento y la acción. Es una figura retórica, como se sabe, por la cual un concepto o realidad se expresan por una realidad o conceptos diferentes con los que lo representado tiene cierta relación de semejanza. (He dicho). Y dicho esto retorno a la referencia que hacían los autores antedichos sobre las metáforas que han descubierto en los discursos, en ciertos discursos, y en la vida cotidiana.

Una de las características es la aparición frecuente de expresiones metafóricas relacionadas con la cosa bélica: así, suelen oírse expresiones como «ataque, contraataque, a la defensiva, posturas indefendibles», etc. Una discusión, se dice, es una guerra. Lakoff y Johnson solían decir que si la discusión fuera sobre la danza, el lenguaje empleado hablaría de equilibrio, estética agradable, etc., desechando, por supuesto, el belicismo en las expresiones aducidas. Quizá otro gallo nos cantara. Demasiado a menudo el discurso desciende a niveles dinerarios, gasto público, tiempo perdido, y cosas similares, pero casi siempre en ámbitos ideológicos y de presión partidista y oponente, cosa, por otra parte, obvia, pero no siempre razonable. Las metáforas desempeñan aquí un importante papel.

Hace algunos años impartí en tierras americanas un curso internacional de Educación para la Paz. Uno de los principios básicos fue, de entrada, evitar los términos de carácter belicista. Así la Educación para la paz, con el consenso unánime del alumnado, se convirtió en el trabajo para la paz y, sucesivamente, se echó mano de términos pacifistas para muchos otros conceptos. No era una cuestión meramente formal, sino que afectaba al fondo de la materia. El discurso, como la mujer del César, no solamente ha de ser honrada, sino también mostrarse así. Aviso para navegantes y discurseantes, con permiso.

Como decía Shakespeare, no basta con hablar, hay que hablar veraz. A pesar de que, como siglos antes había apuntado Eurípides, el mismo discurso, según quien lo pronuncie (y cómo lo haga),puede producir impresiones diferentes.

*Profesor

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