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Paco Mariscal

AL CONTRATAQUE

Paco Mariscal

La diáspora y el festivo agosto

La emigración es pasto de problemas económicos, intolerancias o persecuciones de todo tipo

La diáspora es tanto como dispersión. Y la diáspora de un pueblo la constituye el conjunto de personas de ese pueblo que abandonaron su tierra natal y se asentaron en otros países. Esa dispersión se originó casi siempre a partir de problemas económicos, intolerancias sociales o persecuciones políticas y religiosas. Se habla con certeza, y con una buena base numérica, de que la diáspora de irlandeses, escoceses o gallegos supera en habitantes a los actuales residentes en Irlanda, Escocia o Galicia. De hecho, en el Cono Sur latinoamericano, a todo hispano de origen peninsular lo denominan gallego y razones tienen para ello. No son los únicos pueblos o naciones que empujaron a sus gentes a la diáspora. La dispersión humana más conocida como tal es la del pueblo hebreo. Hubo diáspora judía en Mesopotamia antes de la nuestra era cristiana, y hubo diáspora de los descendientes de Abraham por Europa, norte de África o Asia tras el sometimiento de Palestina al romano Tito el año 70 de nuestra era.

La diáspora hebrea en la Península Ibérica fue evolucionando, en sus juderías, aljamas o calls, y se convirtió, en sus barrios propios, en nuestros sefardíes o ladinos con protagonismo singular en la historia hispana hasta hoy en día. Basta rastrear nuestras ciudades históricas, nuestro folclore, nuestra literatura, o el papel desempeñado por el diplomático Ángel Sanz Briz en Budapest. El diplomático aragonés les facilitó documentación a varios miles de judíos, certificando que eran de origen hispano; estrategia que sirvió para salvarlos de los hornos de Auschwitz. Durante muchos siglos, también aquí, los hebreos de la diáspora sufrieron durante algunas temporadas el acoso de un antisemitismo visceral. Aunque, juntos, pero no revueltos, hubo convivencia como nos explicaba hace tiempo el experto castellonense en la materia, el hebraísta Ramón Magdalena Nom de Déu. Vecinos, nos indicaba Ramón, junto al Riu Sec, que en las juderías había una inmensidad de judíos laboriosos y pacíficos, como también aparecían de vez en cuando gañanes y choricetes; hebreos de religiosidad más que aceptable y asumible con otros hebreos más estrictos y ultraortodoxos. En fin, contaba Ramón Magdalena, que había de todo como en todas partes.

Amigos y allegados de la Plana y secano, pero para el irracionalismo antisemita los judíos adquirieron la forma de demonios terrestres, dado que la estupidez no tiene límites. Los hebreos originaban enfermedades y pestes, dormían en el catre con sus hijas y en determinadas fechas devoraban cristianos o profanaban el pan consagrado: demonios terrestres con rabo en el trasero, cuernos en la frente, llamas en los labios y una nariz peculiar. Y el irracionalismo perduró en nuestro Viejo Continente hasta bien entrado el siglo XX.

Ahora, bien entrado el siglo XXI y sin el ardor corporal de juventud, uno celebra el 15 de agosto y Sant Roc, con la nueva diáspora hebrea que habita entre nosotros en este País Valenciano e hispano. Mientras mira la sombra observa como Jacob, Samuel y Aarón --de entre 6 y 13 años y con los nombres cambiados por respeto a la privacidad-- chapotean en la discreta piscina doméstica que las altas temperaturas convirtieron en bañera. Mientras con Efraím, el padre de los rapaces, se entabla una interesante conversación bajo el olivo en torno al valor artístico y religioso del alfabeto hebreo; al trabajo de los calígrafos de los rollos de la Torá. Una delicia festiva el día de la Mare de Déu d’Agost, de la mano del ciudadano israelí y ahora también valenciano. Iba, al otro lado del Mediterráneo, para rabino, pero desistió y encontró a Pilar, su pareja, por estos pagos de la Europa de nuestros pecados. Pilar tiene un padre galés y una madre aragonesa; otra diáspora agradable y festiva en este mundo plural en el siglo XXI. Y con la imagen de esta diáspora familiar, se olvida uno de la extrema derecha y la derecha extrema que propugna fronteras como paredes o muros, ayer contra el judío, y hoy contra el forastero pobre que llega acuciado por la necesidad.

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