Querid@ lector/a, la política en España sigue sin ser cosa fácil y, alguna vez, es un problema. Y es que, los resultados de las elecciones y las diferentes características políticas y objetivos de los partidos… dificultan (aunque no imposibilitan del todo) los imprescindibles acuerdos que exige la gobernabilidad. De ahí que, aunque la idea de unas nuevas elecciones no guste a nadie de la izquierda, la posibilidad no desaparece de la mesa de la política. No obstante, reconozco, que si en estos momentos la cosa es difícil para todos, el problema lo tiene el Sr. Feijóo y el PP.
Lo del Sr. Feijóo es un contratiempo que no tiene tanta importancia, no es nadie. Era un desconocido que trajeron de Galicia porque, de lejos, tenía buena imagen al ganar muchas elecciones. Podía ser el sustituto ideal de un Casado que, sin consultar, se le ocurrió el pecado político de denunciar la corrupción de la Ayuso, de la presidenta de la comunidad autónoma que más votos le daba al PP. Pero, la verdad, es que Feijóo ha resultado un chasco, incluso un fraude: no tiene la formación adecuada, se equivoca permanentemente, miente y, peor aún, se le asocia con malas compañías. Así es que, como solo es un corre ve y diles, al igual que se hizo con Casado (si molesta) se le devuelve a casa o, en última estancia y si no tiene trabajo, o por no ofenderle, lo colocan en las listas del Senado o de las candidaturas al Parlamento Europeo y asunto resuelto. Y espero que cumpla su palabra: la de irse a casa si no gobierna.
Lo del PP como partido es otra cosa, tiene tintes profundos y serios. Hablamos de que en un país en el que los grandes partidos de gobierno no tienen mayorías absolutas y necesitan de acuerdos con otros para poder gobernar, el PP está solo y contaminado con un Vox que desde el involucionismo quiere suprimir media Constitución democrática, es contrario a la UE y, encima no acepta objetivos de futuro tan básicos como la lucha contra el cambio climático y por la plena igualdad de la mujer. Lo tienen crudo.
Analista político
