Desde pequeños, una de las aspiraciones del ser humano es la de caer bien. A medida que interactuamos en diversas situaciones sociales, lo natural es buscar ser percibidos de manera positiva, intentando ganar la aceptación de los demás. El término aprobación social viene a referirse al reconocimiento que se recibe de los demás, no solo basándonos en la simpatía, sino también en la admiración por las cualidades, aptitudes y logros. Cuando sentimos que caemos bien a los demás, experimentamos un sentido de pertenencia y validación que fortalece nuestra autoestima y confianza.
Hay tres factores psicológicos que se esconden detrás de esta búsqueda de aprobación. En primer lugar, la necesidad de pertenencia pues, desde una edad temprana, el ser humano tiene una necesidad innata de pertenecer a un grupo o comunidad, lo que refuerza el sentido de identidad y conexión. El segundo factor es el autoconcepto, pues la forma en que nos percibimos a nosotros mismos se ve influida por cómo creemos que nos ven los demás, buscando caer bien para mantener una autoimagen positiva. Por último, el efecto del contagio emocional. Las emociones y actitudes son contagiosas en el entorno social, por lo que, si se cae bien, nuestras emociones positivas influirán en los demás creando un círculo virtuoso de interacciones positivas.
No obstante, si bien el deseo de caer bien es enriquecedor para nuestras relaciones, también es cierto que puede tener efecto negativo. Un excesivo afán por caer bien puede llevarnos a actuar de manera incongruente con nuestras creencias y valores, por lo que nuestra autenticidad puede verse comprometida. La clave estaría en mantener una búsqueda de aprobación equilibrada que promueva relaciones saludables. Esto es, en lugar de perseguir la aprobación a toda costa, desarrollar una autoimagen sólida, basada en nuestros valores genuinos. Cuando uno descubre que puede ser el mayor fan de uno mismo, se abandona el hábito de mendigar la aprobación del resto.
Psicólogo clínico
(www.carloshidalgo.es)