El Periódico Mediterráneo

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Carles Francino

LA COLUMNA

Carles Francino

Sabiduría estival

¡Es que él era chef! Mi amiga pronunció la frase con tanta convicción que todos, momentáneamente, le otorgamos el reconocimiento reservado a los grandes descubridores. Hacía ya un rato que la conversación discurría por los truculentos detalles del crimen más mediático del año: el asesinato de un cirujano colombiano a manos de Daniel, hijo del popular actor Rodolfo Sancho. Y ella --Mariajo se llama-- creyó dar con la clave para explicar cómo alguien puede cortar a cachitos a otro ser humano. Nada de argumentos psicológicos, teorías de venganza, hipótesis sobre la enajenación mental transitoria o reflexiones sobre la maldad en estado puro. El secreto, según ella, era que el asesino ya tenía destreza en el despiece por su oficio de cocinero. ¡Eureka! En fin, ya sé que el tema no es el más adecuado para tomárselo a broma, pero la carcajada general que siguió a continuación fue de las que hacen época. Igual que ocurre en los funerales, porque la mejor receta para conjurar los miedos frente a algo que nos supera es la risa.

Reuniones con amigos

Me he acordado de ese momento, justo ahora que el verano y las vacaciones ya parecen un sueño lejano, para reivindicar esas reuniones con amigos y familiares tan propias de la época, como un auténtico tesoro. Son un filón. De ocurrencias, de confidencias, de bromas, de risas, de broncas también; pero son de verdad. Desde luego nada que ver con las tan modernas y ortopédicas comunicaciones digitales, por muchos emojis que les echemos. Ojalá en la lista de buenos sentimientos y mejores propósitos que nos inundan cuando aflojamos el ritmo, pero que luego desaparecen con la vorágine, supiéramos preservar la prioridad para el contacto humano. Como en esas cenas de verano donde arreglamos el mundo, aunque sepamos que hay cosas que no tienen arreglo. ¿O sí? Porque cuando en esas mismas cenas apareció el fantasma de Rubiales, las risas dieron paso al cabreo, es verdad. Por eso su caída es un gran ejemplo para no perder nunca la esperanza. Resignarse es empezar a morir; también a pedacitos.

Periodista

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