Si pensamos en cómo es nuestra ciudad y sus habitantes vemos que nuestros vecinos se caracterizan por ser gente discreta, sencilla, gente de bien. Castelló es una ciudad tranquila, si nos comparamos con otras capitales de provincia, el índice de delincuencia es bajo, aunque a nosotros no nos lo parezca.
Nuestra ciudad no destaca por su belleza arquitectónica, sólo hay que recordar la permisividad con la que se construyeron fincas de pisos altísimos junto a viviendas de dos plantas, sin respeto ninguno a la tradición ni al sentido común se erigieron bloques enormes en el casco antiguo y con ellos tenemos que convivir sin remedio y aun así, los castellonenses estimamos nuestra ciudad.
La mayoría de la población es gente pacífica, aunque ha habido alguna manzana podrida que ha enturbiado el nombre de la localidad y esos, desgraciadamente, hacen más ruido que los demás o salen más en los medios de comunicación. Los castellonenses son gente honesta que vive y sobrevive de su trabajo, que se esfuerza por mejorar la calidad de vida de sus familias, procura un mejor futuro para sus hijos, como antes sus padres lo hicieron con ellos.
A lo largo de los siglos, los habitantes de esta ciudad han sabido adaptarse a las circunstancias adversas y a las crisis económicas que se han vivido: desde el cultivo de la morera para la obtención de la seda, a plantar cáñamo, a cultivar el arroz, a la naranja o a ser el mayor productor de cerámica del país.
Trabajador incansable
El castellonense es cumplidor, trabajador incansable y ahorrador, poco dado al derroche, porque siempre ha sabido cuánto cuesta llevar el pan al hogar. Quiere vivir bien, con comodidades, pero no es un excéntrico. Es gente sensata, sin embargo, y a eso voy, de un tiempo a esta parte ve como la clase política, y no sólo en Castelló, ha perdido el norte, gastando a manos llenas un dinero que no es suyo, un dinero que pagamos todos los ciudadanos, pues procede de nuestros impuestos.
A muchos dirigentes se les llena la boca cuando dicen que tal o cual proyecto se paga con fondos europeos o que la mitad del coste lo paga la ciudad y el resto la Unión Europea. A ver, que Europa no tiene una máquina de hacer billetes, que esos proyectos los pagamos todos. Todos los que pagamos impuestos, la amplia clase media somos los que mantenemos las recias estructuras de la sociedad occidental, los que democráticamente nos solidarizamos con los más humildes, con los que tienen menos, los desfavorecidos, y no nos negamos porque sin impuestos no hay educación pública y gratuita, no hay sanidad universal de calidad, no hay carreteras seguras por ejemplo.
Sentido común
Hagamos las cosas con cabeza, apliquemos el sentido común que cuando se ve cada año las mismas calles de Castelló inundadas por las lluvias y alguna se asfaltó hace sólo unos meses, como el final de la calle Gran Vía se aprecia un fallo en la administración de nuestros impuestos. Las obras suponen un coste elevado de los presupuestos de la ciudad, así que vigilemos su planificación, la gestión y la supervisión final. Los vecinos exigimos contención en el gasto porque son tiempos difíciles para la ciudadanía, vean sino el precio del aceite y de la fruta, que como nos descuidemos acabará con la sana dieta mediterránea.
Como les decía, el castellonense es discreto, sencillo, gente de bien, pacífico; pero, hasta cierto punto.
AV La Choquera