Querid@ lector/a, la primera vez que fui a París las putas de Francia estaban en huelga. Circunstancia que me llamo la atención. Y es que esas cosas, en mi mundo, que era el de Franco, el dictador que murió de viejo, de enfermedad y en la cama, no solían pasar. Aunque, reconozco, que también me resultó llamativo ver cómo el centro neurálgico donde se reunían las líderes del movimiento y desde donde proclamaban sus propuestas al gobierno francés, era una iglesia, la catedral de Toulouse. Incluso recuerdo que pedían locales públicos para ejercer la prostitución, revisiones médicas… y frente a quienes se manifestaban en contra, la líder del momento proclamó una sentencia cuasi histórica: «Mientras no les corten le zizi a los franceses existirá la prostitución».
¿Que por qué hago este comentario? Porque he visto que el Parlamento Europeo se ha pronunciado a favor de promover en toda Europa una legislación sobre prostitución de corte abolicionista que penalice a los que se benefician de ella y a los clientes. La explicación que dan es clara, el comercio sexual es una forma de violencia contra las mujeres que actúa como causa y, a la vez, como consecuencia de su desigualdad. Por lo tanto, hay que proteger a las prostitutas e insertarlas social y laboralmente. Pero también hay alguna razón más, la de homogeneizar el conjunto de posiciones o enfoques que conviven en la UE porque, es evidente, que campan posiciones abolicionistas junto a las que quieren legalizar la prostitución como una actividad con obligaciones fiscales y derechos laborales.
La cuestión, como siempre, es averiguar quién ganará: los abolicionistas que más allá de las intenciones no suelen aportar recursos suficientes para integrar social y laboralmente a las prostitutas o, por el contrario, aquella dirigente de la huelga que planteaba que mientras no se les corte le zizi a los franceses continuará la prostitución. Por cierto, la realidad de donde se ha prohibido, demuestra, sin duda alguna, que no ha desaparecido pero se ha reducido.
*Analista político