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Antonio Gascó

COSAS MÍAS

Antonio Gascó

Cabrera y sus ínfulas

La primera guerra carlista fue terrible en las tierras de la provincia de Castelló. Este panorama era paralelo al que sufrían las tropas del pretendiente Carlos V en el resto de los frentes de guerra, así que su general en jefe Rafael Maroto, entendiendo la imposibilidad de la victoria, conviene un armisticio con su colega isabelino Baldomero Espartero. Pero el indómito Cabrera, en uno de sus raptos de orgullo, pese a lo comprometido de su posición, se negó a aceptar el conocido abrazo de Vergara, de agosto de 1839 y continuó la guerra en la geografía castellonense, contando aún con cerca de 25.000 hombres.

La porfía estaba establecida entre el empecinado exseminarista tortosino y el general tinerfeño que habría de ser reconocido como conde de Lucena por su victoria que le valió la reconquista de la población. Rehecho Cabrera, O’Donnell le derrota en Tales, obligándole a ceder la plaza. En su alocución a la tropa, el vencedor ya vendió la piel del oso antes de haberlo matado. Pero no se equivocaba. Pese a que el insurrecto Cabrera seguía importunando en la montaña y en la costa, como sucediera en el ataque a la huerta castellonense desde las montañas de Borriol en septiembre de 1939, O’Donell pensó en minar la resistencia de su tenaz antagonista, recuperando las plazas más emblemáticas del carlismo, como la Cenia en el límite entre Castellón y Tarragona, en mayo de 1840.

Cañoneo en Morella

Pero la victoria más contundente la tuvo el general Espartero al tomar Morella el 26 de mayo de 1840, tras un incesante cañoneo que voló el polvorín y produjo la muerte de centenares de personas. En el duelo entre los dos exseminaristas venció el manchego. Cabrera vadeó el Ebro con muy reducidos miembros de su antiguo ejército, exiliándose a Francia. Aún cuenta el cura borriolense Martín Huguet, que antes de cruzar el río, fusiló a los prisioneros que llevaba, dejando que sus cuerpos fueran arrastrados por la corriente. Con todo, el testimonio del sacerdote no sería extrañar que fuera tendencioso, porque, además, atribuye al caudillo carlista la ignominiosa frase de que el día que no derramaba sangre no hacía bien la digestión.  

Cronista oficial de Castelló

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