Habrá oído hablar del chatGPT, el programa de inteligencia artificial (IA) al que se le puede preguntar cualquier cosa y que responde como si fuera una persona. No solo busca información en internet y la presenta, como hace Google, sino que a partir de diversas fuentes elabora una respuesta diferente a lo que existe en la red. Por tanto, crea. Por ejemplo, sobre un tema se le puede pedir que haga una canción, un artículo de periódico, un trabajo para clase o un informe para el jefe y lo hará en la lengua en la que te diriges al chat.
Superó los 100 millones de usuarios a los dos meses de su lanzamiento (Twitter tardó 65 meses --más de cinco años-- en conseguirlo) y hoy, transcurridos diez meses de su nacimiento, su uso no para de crecer en multitud de ámbitos de conocimiento. Se ha vuelto viral como nada en la historia. Recientemente OpenIA ha anunciado que le pone voz para que no solo se pueda chatear sino también hablar como si se mantuviera una conversación telefónica. Además, se podrá elegir entre cinco voces sintéticas y también se anuncia que en el futuro permitirá a los usuarios crear sus propias voces y responderá a preguntas sobre imágenes (ya disponible en la versión de pago) ¿Se imagina conversar con el Chat y que responda con la voz de una persona allegada ya fallecida? No es ciencia ficción, recuerden el anuncio televisivo de Cruzcampo con la voz e imagen de Lola Flores que ella jamás hizo porque falleció en 1995.
ChatGPT es una más de las herramientas de IA que están irrumpiendo en nuestra vida diaria como el reconocimiento facial, los asistentes virtuales, la traducción automática o la generación de imágenes (recientemente hemos conocido la denuncia de decenas de menores en Almendralejo sobre la circulación de falsas fotos de desnudos suyos creadas por IA).
La irrupción tan rápida de una tecnología tan disruptiva está causando muchas controversias.a habido países que han vetado chatGPT, universidades que han prohibido su uso e Italia decidió bloquearlo al considerar que no respeta la ley de protección de datos. La controversia más sonada fue la carta abierta, elaborada desde el Instituto Futuro de la Vida (¡vaya nombrecito!), firmada por miles de personas entre las que se encuentran nombres como Elon Musk (el magnate de Tesla, Space X o que ha convertido Twitter en X), Steve Wozniak (cofundador de Apple), otros ejecutivos de empresas tecnológicas y académicos. En esta misiva advierten de una carrera desbocada para desarrollar e implementar sistemas de IA cada vez más poderosos que nadie puede entender, predecir o controlar de manera fiable. Concluyen que esta carrera implica grandes riesgos para la sociedad y la humanidad. Preguntan: «¿Nos arriesgaremos a perder el control de nuestra civilización?» y piden que «pausen de inmediato, durante al menos 6 meses, el entrenamiento de los sistemas de IA más potentes». E incluso instan a los gobiernos adecretar esa suspensión. De esta misiva me sorprendieron dos cosas: 1) el que pidieran una moratoria de seis meses (¡de qué sirven solo seis meses! ¿Acaso en seis meses se pueden resolver las polémicas legales y éticas que plantea el desarrollo de la IA?) y 2) que Elon Musk la firmara. ¿Por qué lo hace una persona que no ha tenido temor a innovaciones tecnológicas sino todo lo contrario? Recuérdese que ha desarrollado tecnologías emergentes –convirtiéndole gracias a ello en una de las personas más ricas del mundo--, que ha creado empresas privadas para hacer vuelos espaciales y que está desplegando la constelación Starlink, con miles de satélites rodeando la Tierra para dar conexión a internet --si mira al cielo a veces se pueden ver como una hilera de pequeñas estrellas--.Yo discrepo con que haya que parar los desarrollos de la IA, sí regularlos (como opiné el pasado junio en esta sección), pero no pararlos. Muchos de los grandes avances tecnológicos en la historia tuvieron detractores y profecías catastróficas que no se cumplieron y la realidad es que mejoraron nuestra calidad de vida. No podemos olvidar que la IA es una tecnología y que en sí no es ni buena ni mala, lo será el uso que se le dé.
A medida que la IA continúe avanzando, surgirán desafíos éticos y sociales significativos relacionados con la privacidad, la seguridad y la igualdad de acceso a la tecnología. Por lo tanto, es esencial abordar estos problemas de manera responsable y ética a medida que la IA juega un papel cada vez más importante en nuestras vidas.
Consecuente con lo que pienso, dirijo la Cátedra de Puertos Inteligentes y esta semana en la asignatura que imparto hemos planteado una práctica voluntaria con chatGPT (realizada por casi todas las personas matriculadas). Eso no quiere decir que no crea que hay riesgos en el desarrollo de la IA. De hecho, hace un par de años escribí una novela distópica sobre ello, pero tendrá que esperar un año para leerla ya que ahora está en las librerías La Estrella de Ébano, que está siendo un éxito, y las editoriales marcan ese año mínimo entre la publicación de novelas de un autor.
Por cierto, en este artículo hay unas cuantas líneas seguidas que no he escrito yo, sino el chatGPT. Averigüe cuáles son (puede enviármelo por mensaje de Instagram o Facebook y le diré si ha acertado).
*Catedrático en Ciencias de la Computación e Inteligencia artificial en la UJI