LA RUEDA

Sobre la docta ignorancia

Henri Bouché

Henri Bouché

Hay un autor coetáneo nuestro, Rubert de Ventós (acaba de fallecer hace unos meses), el cual afirmaba, si mal no recuerdo, algo así como que quien dice saberlo todo es que no sabe nada. O, contrariamente, como pregonaba hasta la saciedad nuestro admirado Sócrates, «solo sé que no sé nada» (cuando, realmente, el muy pillín, lo sabía casi todo) ¿Le suena, lector?

Pocos Sócrates nos quedan ya, pero muchos ignorantes que afirman saberlo todo y no saben nada o casi nada. Y, por añadidura, consciente o inconscientemente, vienen acompañados de una equívoca ética. Mala compañía, si es falsa o manipulada, claro.

Leemos y oímos a personas públicas y, aparentemente, representativas, que están en posesión de la verdad y, por supuesto, quieren compartirla con nosotros, los escuchantes. Las cosas, decía Campoamor, son según el color del cristal con que se miran: «…y es que en este mundo traidor/nada hay verdad ni mentira:/ todo es según el color del cristal con que se mira». De ahí deriva inmediatamente el subjetivismo, el relativismo y la arbitrariedad. Tampoco es así, pero, como dice el refrán, las señales de fuego son y, donde hubo fuego, quedan rescoldos.

Argumento de la autoridad

Luego, viene el papel del receptor, muchas veces desinformado --o con información sesgada--, que escucha y cree a pies juntillas cuanto le dicen sin buscar conscientemente dónde se esconde la verdad, sino basado, muchas veces, en la persona a la que sigue o a otras causas al azar o a la mente o a la que supone el argumento de la autoridad. O, más comúnmente, a la ignorancia de la verdad y a la inanidad para buscarla.

De esto sabía mucho Nicolás el Cusano (de Cusa y no el Gusano como decía un cándido alumno en clase), quien, entre otras cosas, escribió mucho, y bien, sobre el problema de la verdad con carácter conjetural y con las limitaciones de rigor. Practicar la docta ignorancia, una ignorancia ilustrada y reconocer nuestras limitaciones a la hora de aceptar la verdad. Y, sobre todo, como hacen los fenomenólogos, poner entre paréntesis algunos postulados, que tan gratuitamente nos ofrecen sin más. ¡Ojo avizor!

Hay en todo ello un exceso de fe ciega y una ausencia de racionalización verdadera. Tenemos dificultades para saber dónde está la verdad o la conjetura, pero también lo es el hecho de que la verdad hay que ir a buscarla como dicen los versos poéticos y filosóficos de nuestro inmortal Machado: «¿Tu verdad? No, la Verdad:/ y ven conmigo a buscarla./ La tuya, guárdatela. Pues, eso».

Profesor

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents