Opinión | BUENA PREGUNTA
A la carrera
En todo progreso tecnológico hay dos velocidades relevantes a observar: la velocidad a la que evoluciona la tecnología, y la velocidad a la que se adopta esa tecnología en la sociedad. Es necesario entender que ambas están intrínsecamente relacionadas: si la segunda no arranca, la primera carece de sentido. También que la tecnología debe progresar más rápido que su aplicabilidad, justamente para estimular su adopción bajo la amenaza de quedar fuera del mundo que viene, y guiar la bajada táctica al ámbito real concentrando esfuerzos y posibilitando la evolución. Pero, ¿qué ocurre si la tecnología avanza a un ritmo inasumible para su aplicación? La inteligencia artificial, que lleva unos años en nuestras vidas pero apenas meses de visibilidad desde su irrupción con la vertiente generativa, se enfrenta al dilema de este más que posible desajuste a corto plazo.
Y es que no hay semana sin noticias relevantes solapadas en el tablón de la IA. Nuevas herramientas, anuncios prometedores, adquisiciones empresariales, actualizaciones disruptivas… que van dejando desfasadas formas de uso e integración empresarial y personal de la IA que, aun en fases iniciales, eran pioneras horas antes. Nunca una tecnología ha evolucionado tan rápido. El riesgo es que esa misma velocidad le perjudique, pues en este contexto solo se puede seguir su ritmo si se tiene, o bien base económica para abordar el reto, o bien atrevimiento y pasión por innovar. Y a menudo las dos cosas son interdependientes.
Evolución
La IA ha evolucionado ya más rápido que la reflexión social, la ética y la regulación, parecido desajuste que en su día sufrieron los vehículos autónomos o las criptomonedas, pero con mejor resultado. El sector soporta también la monstruosa inversión de su desarrollo con la promesa de su enorme potencial, superando obstáculos que frenaron invenciones anteriores como la realidad virtual o la internet de las cosas. Pero lo cierto es que, aún sin una base sólida del empleo de la IA en el mundo empresarial o crecimiento individual, esta no deja de abrir nuevas puertas. Es el momento de cruzarlas, puesto que el futuro está ligado a la IA sin discusión en todas las facetas de nuestra sociedad. Pero el reto ahora es garantizar que su integración en el tejido social y empresarial sea inclusivo y equitativo, y así impedir que su velocidad beneficie solo a los pocos preparados para seguirle los pasos.
Director y Chief Strategy Officer de Twelfhundred. Profesor de la UJI
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