Opinión | MIRADA ABIERTA

Cantos de sirena

Las recientes elecciones británicas han supuesto un duro castigo para los conservadores. Han sido las primeras elecciones celebradas tras la salida de la UE y precisamente el partido que impulsó el Brexit ha sido el más castigado. Con el eslogan Take Back Control la campaña del referéndum prometía retomar las riendas de un país que, según sus partidarios, vivía bajo el yugo de Bruselas. Ocho años después, el Brexit ha empeorado su economía, reduciendo un 4% la productividad a largo plazo; ha aumentado la inmigración especialmente de países extracomunitarios, cuando se prometía su disminución, y ha reducido el comercio internacional un 15% comparado con su permanencia en la UE.

Todo ello según la Oficina para Responsabilidad Presupuestaria, un organismo público independiente. Y este negativo impacto no debe extrañar. En un mundo globalizado, el tamaño y las alianzas de los países y economías son importantes porque afecta a su capacidad para crecer, competir y mejorar la calidad de vida. Y Reino Unido ha ido en la dirección opuesta.

Referente

Hoy la Unión Europea es un referente de estabilidad y prosperidad. Ha sabido armonizar la diversidad cultural y política en un marco de solidaridad y cooperación. En tiempos de incertidumbre, la UE ha abordado los problemas comunes y ofrecido soluciones para toda la ciudadanía. Sirva como ejemplo la respuesta conjunta a la covid o a la guerra rusa contra Ucrania.

Europa abordó estas dos grandes crisis con la mayor respuesta social, protegiendo a empresas y trabajadores. Sin embargo, hoy avanza la corriente antieuropeísta que pretende acabar con lo construido en las últimas décadas desde la UE y desde sus países. ¿Sus argumentos? No se diferencian de los del Brexit.

Los países relativamente pequeños necesitamos unirnos, a pesar de algunos inconvenientes que pueda traer consigo, para prosperar, para que se nos respete y considere por los gigantes y para mantenernos en paz.

Economista

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