Opinión | BABOR Y ESTRIBOR
Dos cabalgan juntos
A tenor de cuanto viene aconteciendo, podemos colegir que José Luis Ábalos resulta ser un vivales más de los que nutren la bazofia política de la democracia española. Ocurre que Ábalos no es un tipo que pasaba por allí, presto a subirse al tren del oportunismo. Este socialista valenciano de verborrea fluida y ademanes de actor bufo, entre vendedor de inexistentes enciclopedias y charlatán de barra, resultó ser el gran apoyo del renacido Pedro Sánchez tras la vuelta a España en el Peugeot, culminada con la increíble historia de los avales custodiados por el guardaespaldas Koldo García. Operación avales en el seno del PSOE desarrollada bajo un turbio manto de sospechas. Con el refrendo de las bases, merced el taimado golpe de timón de las primarias, Sánchez copó el poder absoluto de Ferraz, ungiendo a Ábalos en su mano derecha como secretario de Organización. Tras el asalto al poder que supuso la moción de censura a Mariano Rajoy, lo hizo ministro de Transportes, la cartera más poderosa y de mayor presupuesto. Al tiempo, Ábalos nombró hombre de confianza y chico para todo a Koldo, el gigantón que había hecho carrera en la portería de puticlubs mientras ejercía de aizkolari levantando piedras y cortando troncos a hachazo limpio. Buen perfil para asesorar a un ministro, quien, al tiempo, le dio plenos poderes. Con la anuencia de Sánchez.
Informe de la Guardia Civil
Después de un largo periodo del caso Koldo superado por el caso Ábalos, un buen día nos desayunamos con el demoledor informe de la Guardia Civil, fuera del control de Marlaska, otro colaborador clave del sanchismo. La UCO destapa una trama delictiva con el papel estelar de Ábalos que salpica, de momento políticamente, al presidente del Ejecutivo. Es menester recordar la intervención de Sánchez en el debate electoral con Rajoy celebrado el 14 de diciembre de 2015, moderado por Campo Vidal, durante el cual el entonces candidato socialista a la presidencia del Gobierno ya evidenció sus maneras de killer: «Usted, señor Rajoy, no es una persona decente». Desde entonces el líder socialista fundamentó su discurso en base a la decencia, la limpieza y la regeneración democráticas. En la sesión de la moción que acabó con el mandato del PP, 31 de mayo de 2018, fue Ábalos quien asumió la defensa de la iniciativa. El hoy cuestionado por la UCO y en vías de ser empapelado por el Supremo, realizó un efectivo papel para la causa de llevar a Sánchez a la Moncloa sin las urnas. «La decencia debe ser algo esencial, no algo accesorio», dijo con voz impostada el entonces vate del sanchismo, arrogándose el papel de la pureza política blandiendo dialécticamente el patriotismo de sanear la sociedad bajo preceptos como «la defensa de las libertades, la ética pública y la ejemplaridad». Durante los años clave del sanchismo podemos decir, haciendo un guiño al cine, que entre Sánchez y Ábalos existía la complicidad de Dos cabalgan juntos. El PP ha presentado una querella por corrupción. Mientras vemos qué dicen los togados, Sánchez está obligado a dar una explicación. Eso sí, de dimitir nada. Pase lo que pase, seguirá aferrado al poder.
Periodista y escritor
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