Opinión | LA RUEDA
Agua y agua
Esta semana pasada se celebró la fiesta de Todos los Santos, pero pasada por agua. Las flores inundaban los cementerios (costumbre ésta ya desde las tumbas de hace diez mil años), pero la grave tormenta que asoló a nuestra Comunidad deslució los actos tan devotos.
Escuchar la radio, ver la televisión o, lo que es peor, observar in situ la realidad de esta grave situación climatológica es algo insólito y espeluznante. Ayer estaba hablando telefónicamente con un amigo afectado en una de las poblaciones valencianas y me dio una tristeza grande: ni se oía bien el teléfono ni se percibía claramente la magnitud de la tragedia. Sin luz en las casas, me decía, sin internet, claro, con falta de alimentos básicos, con pérdidas materiales y personales, el drama me hacía temblar. Estas situaciones, afortunadamente no demasiado frecuentes, son realmente indigeribles. Y es que la madre Naturaleza tiene escondidas esas sorpresas que cuando aparecen hacen temblar hasta el extremo.
Culpables
A la Naturaleza, decía un viejo filósofo (Francis Bacon) solo se la puede dominar obedeciéndola. ¡Vaya consuelo! Lo cierto es que la desgracia se ha cebado en los más pobres, aunque, tal vez, sin distinción. Lo lamentable es que ahora se busca a los culpables cuando la realidad es que la previsión es un factor primordial para evitar estos desaguisados. Pero lo que hemos observado en los medios es el afán de noticias, causas y demás cosas, algunas razonables, sin duda. Pero lo urgente es atender la emergencia y solucionar el caos. Eso, sí, revisar lo que pueda ocurrir, en el futuro, cosa difícil, pero necesaria. Hay, sin duda, puntos peligrosos que reclaman esa revisión y pueden evitar, reincidencias siempre peligrosas y hasta nefastas.
Profesor
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