Opinión | VIVIR ES SER OTRO

Racistas contra racistas

Lo audiovisual, el cine y las series en general, y Hollywood en particular, es quien más nos ha informado de lo que aconteció en la segunda guerra mundial, una contienda, como todas, terrorífica. Nos venden, sin desvergüenza, que los Estados Unidos fueron los grandes héroes, casi los únicos. No voy a negar la mayor: pudieron haberse quedado en el Pacífico y dejar que los europeos nos apañásemos contra Hitler y sus acólitos. Pero lo que las películas obvian, salvo contadas excepciones, es que sin la feroz lucha del ejército soviético en Stalingrado difícilmente se hubieran dado las condiciones adecuadas para abrirles a los nazis un segundo frente que acabaría resultándoles fatal. Si los rusos hubiesen sido barridos, cosa que estuvo a punto de suceder de no haberse obcecado Hitler en tomar la mencionada ciudad, tal vez un desembarco americano en Europa hubiera sido inviable.

El principal motivo por el que el ejército estadounidense casi siempre se nos muestra como el heroico se debe a dos razones muy claras: la innegable valía de sus acciones, pero también a que son ellos los que pagan las películas y los principales consumidores de las mismas. Nada ilógico, nada que reprocharles.

Pero, ¿se han fijado que no aparece ni un soldado negro luchando contra el fascismo? Acabo de visionar, por segunda vez, la magnífica serie ThePacific, donde en cuanto a minorías étnicas con papel relevante solo aparece un hispano: Manny Rodríguez, quien muere en el segundo capítulo. Ni un negro, ni un mestizo.

Esto parece dar a entender, en una primera mirada superficial, que los creadores de la serie (con Steven Spielberg a la cabeza, nada menos) son racistas. Pero lo que en verdad muestra es que la sociedad norteamericana de aquella época lo era, sin discusión. De hecho, el ejército estadounidense, el que luchó con tanta valentía en Europa y en el Pacífico, era segregacionista: separaba a los soldados «de color» (qué expresión más horrible, como si los «blancos» fuéramos, digamos, transparentes) quienes combatían en unidades exclusivas de su raza o se encargaban de trabajos auxiliares en retaguardia (limpieza, transporte…). Nos olvidamos, y ninguna película nos lo muestra, que por entonces los negros usaban baños públicos separados y tenían zonas acotadas en los autobuses. Que ningún soldado blanco fue, en toda la guerra, subordinado de los escasísimos oficiales afroamericanos que llegó a haber.

Un ejército racista combatía el racismo. Menuda paradoja.

Que quede claro que no se pueden equiparar las barbaridades del nazismo con las de la democracia de los Estados Unidos.

A los yanquis les debemos liderar el desembarco de Normandía, colofón a las operaciones que acabaron de tumbar el nazismo, y el frenar el imperialismo japonés en el Pacífico, pero no olvidemos que sus valores morales no eran, desde luego, perfectos. Esto me recuerda a La vida de Brian: ¿qué han hecho los romanos por nosotros, aparte de las carreteras, el alcantarillado, la educación…?

Hablando de racismo, ya otro día comentamos lo de Vinicius y el Real Madrid; hoy me quedé sin espacio.

Editor de La Pajarita Roja

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