Opinión | TRIBUNA

DANA cambiante, lluvias torrenciales, llenas colosales y arrastres ingentes

Mapa de mediciones de la Rambla del Poyo.

Mapa de mediciones de la Rambla del Poyo.

Correspondiente al apellido del destacado y desaparecido meteorólogo Francisco García Dana y a las siglas de la expresión «Depresión Aislada en Niveles Altos», acuñada en su honor y recuerdo por sus compañeros, el acrónimo lexicalizado DANA, muy difundido por los medios de comunicación y de dominio público, es concepto de gran extensión y reducida comprensión. El único requisito necesario e imprescindible para la pertenencia al vasto conjunto de las DANA es la presencia en los niveles superiores de embolsamiento de aire frío, baja desprendida o depresión aislada. Entre otras estructuras atmosféricas, poseen dicha condición las «gotas de aire frío», borrascas frías y sistemas convectivos de mesoscala. Estas configuraciones son las fases o estadios en la evolución de la DANA que desencadenó el cataclismo de 29 de octubre pasado en tierras valencianas. Tras el estrangulamiento de la vaguada precedente y aparición de la baja desprendida, se conformó una «gota de aire frío» (Kaltlufttropfen), acorde con la definición originaria de Scherhag, sin réplica de baja presión en superficie. Un día después continuaba este relieve isobárico, que resultó modificado veinticuatro horas más tarde por el desarrollo de una baja a sotavento del Atlas, cordillera causante del efecto hidrodinámico del obstáculo. Se abrió paso así la transformación de la «gota de aire frío» en borrasca fría. A la mañana siguiente, la del martes 29 de octubre, se profundizaron las áreas depresionarias sobre el Mar de Alborán y Golfo de Cádiz, potenciándose el flujo del este que conducía a la fachada oriental de la Península Ibérica aire mediterráneo de elevada humedad específica y fuerte potencial de energía latente, a través de un copioso enriquecimiento hídrico y energético en forma de vapor de agua, auspiciado por las cálidas aguas marinas. Con la presencia en las troposferas media y superior de aire frío, que conllevaba la exageración del gradiente térmico en la vertical y la inestabilización de la atmósfera; y la llegada de aire mediterráneo muy propenso, por las características indicadas, al ascenso acabó de generarse una situación atmosférica enteramente propicia a la formación de Sistemas Convectivos de Mesoscala, con el engrandecimiento de poderosos conjuntos nubosos de desarrollo vertical que interesaban todo el espesor de la troposfera, hasta el límite mismo, a una decena de kilómetros, de la tropopausa.

Enorme carga

Muy facilitada la elevación del aire mediterráneo tanto por la referida exageración de gradiente térmico vertical como por su evolución con gradiente pseudoadiabático menguado por la liberación de energía latente, inherente al proceso de condensación; se produjo el reintegro de la enorme carga hídrica que transportaba en forma de aguaceros muy copiosos e intensos, que excedieron el umbral de torrencialidad (1 mm/minuto), hasta más que triplicarlo en algún observatorio (Turis, 185 mm/1 hora). Es de resaltar que, en esta localidad, perteneciente a la cuenca del río-rambla Magro o Juanes, la precipitación el día 29 de octubre totalizó 772 mm, con la particularidad que 720 cayeron en 12 horas. Se produjo, en efecto, una fuerte focalización de precipitaciones torrenciales en las superficies vertientes al río-rambla Magro y su red afluente, al igual que en el barranco del Poyo o rambla de Chiva. Así pues, la contribución de estos dos monstruosos cursos torrenciales y de sus tributarios revistieron máximo protagonismo, con sus descomunales llenas y mortíferos desbordamientos. Sin duda, los datos foronómicos disponibles y las obligadas estimaciones en diversos puntos, incluidos los de embalse-desembalse de la presa de Forata, arrojarían mucha luz sobre el cataclismo. Es de subrayar que se trató, con la vertiginosa transformación de diluvios en crecidas-relámpago, de fulminantes avenidas, con subidas verticales en los hidrogramas y descensos también rápidos, que cogieron desprevenida, sin apenas capacidad de reacción, a gran parte de la población, sobre todo en localidades donde no llovía o lo hacía moderadamente.

Tanto en el río-rambla Magro como en el barranco del Poyo las llenas del martes 29 de octubre alcanzaron puntas superiores a 2.000 m3/s, es decir, triplicaron con creces el módulo del Ebro (615 m3/s, en Tortosa), el más caudaloso de los ríos españoles. Además, la geografía histórica atestigua que ni las mortíferas salidas de la rambla de Chiva o barranco del Poyo en la Huerta Sur de Valencia carecían de tradición y tampoco eran novedad los calamitosos desbordamientos del río-rambla Magro, Juanes o Riu Sec, conocido asimismo por Rambla de Algemesí, en este término de la Ribera Alta del Júcar.

Avenida mortífera

En torno a 1790, Cavanilles, en su célebre Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, Población y Frutos del Reyno de Valencia, describe una mortífera avenida del barranco del Poyo, con numerosas víctimas y cuantiosos daños. Medio siglo después, hacia 1850, el corresponsal del Diccionario de Madoz resaltaba que el río Juanes o Rambla de Algemesí causaba en este término «grandes perjuicios con sus desbordaciones… Antiguamente pasaba muy inmediato a las casas, y con el fin de evitar las inundaciones, y de hacerlas menos frecuentes y desastrosas, se abrió el cauce a la indicada distancia», a 150 pasos, equivalentes a 97,50 metros. Transcurridas muchas décadas, siglos incluso, el problema histórico de las anegaciones en las áreas indicadas por dos cursos torrenciales, de funcionamiento abrupto, intermitente y espasmódico, con álveos habitualmente secos y esporádicas crecidas-relámpago, algunas fabulosas, casi increíbles; es aún, en el tercer milenio, asignatura pendiente, condicionada negativamente la solución por el rechazo y demonización de la obra hidráulica, precisa en espacios con antigua e intensa ocupación humana.

Los enormes desbordamientos de los exorbitantes aluviones del Barranco del Poyo y del Magro o Rambla de Algemesí han originado anegaciones excepcionales por su extensión y calado; no hay recuerdo ni noticia histórica de episodios de tanta magnitud y destrucción. Además, es muy de destacar la enormidad del aporte sólido de las fangosas aguas desmadradas que, en ningún caso, bajaba de la cuarta parte del caudal y en los tramos finales subía casi al doble, con porcentajes de 35-40 del mismo. De ahí que sorprenda la ausencia, por su singular trascendencia y significado, en la consideración de las inundaciones, de toda referencia a conceptos tan esenciales como los de turbidez específica, carga límite y competencia de la corriente, así como al análisis y caracterización del referido aporte sólido. En el caso que nos ocupa, al margen de las decenas de miles de vehículos arrastrados y destrozados, integrado básicamente por arcillas aluviales y procedentes de espacios cultivados, que proporcionaron turbidez específica, carga límite y competencia muy elevadas. Sobran pruebas fehacientes y flagrantes que barro, cieno, fango, légamo y tarquín han potenciado extraordinariamente los efectos arrolladores y destructivos de las descomunales llenas de los susodichos cursos torrenciales. Es innegable la contribución del barro a la espantosa asolación padecida, sin que haya dejado de ser quizá el mayor obstáculo para que calles y casas retornen a la difícil y ansiada normalidad; Barranco del Poyo y Rambla de Algemesí han arrojado millones de toneladas de légamo sobre sus respectivas áreas de inundación.

Desembalses

A efectos comparativos, es de recordar que el Diccionario de Madoz recoge como máximo de anegación en el casco de Algemesí una vara (0,836 m) de altura, cifra duplicada (1,75 m), el pasado 29 de octubre, en la Calle Montaña, arteria principal de la población. Por precisar queda el papel desempeñado, en la pavorosa inundación de la villa y término de Algemesí, por los desembalses que, en cumplimiento del protocolo que salvaguarda la estabilidad del dique, se practicaron en la presa de Forata; cuestión distinta es que se produjeran o no en el momento oportuno, cuando quizá pudieron iniciarse antes y de manera más moderada. Una comunicación continua, en estas situaciones de emergencia, entre meteorólogos y potamólogos, expertos al máximo unos y otros, podría resultar sumamente fructífera a los efectos indicados.

Catedrático y rector honorario de la Universidad de Alicante


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