Opinión | EDITORIAL

Unidad por las víctimas

Las labores por volver a la normalidad continúan en la zona afectada por la DANA

Las labores por volver a la normalidad continúan en la zona afectada por la DANA / AGENCIAS

Cuarenta días después, 222 muertos y todavía con cuatro desaparecidos, este lunes se celebra el primer funeral colectivo tras el paso de la catastrófica DANA del 29-O. Organizado por el Arzobispado de València en la catedral-basílica metropolitana, la Seu, y con la anunciada presencia de los reyes de España y autoridades del Gobierno, Consell, Diputación y ayuntamientos, este homenaje traspasa el ámbito religioso para convertirse en un sentido acto de recuerdo cívico y acompañamiento a los familiares y allegados de las personas fallecidas, así como para los miles de vecinos de varias comarcas que siguen sufriendo las consecuencias físicas y psicológicas de la trágica riada. Más allá de la falta de una buena comunicación con cada uno de los entornos de las víctimas para garantizar su participación en las exequias -es inexcusable traspasar a párrocos y alcaldes la responsabilidad cuando se conoce la filiación de los finados-, la ocasión se convierte en un buen momento para centrar toda la atención en la pérdida de tantas vidas, y en el consuelo del dolor sufrido por sus parientes y amigos.

El sepelio por los fallecidos y damnificados de la DANA debería servir de tregua entre la creciente escalada de acusaciones entre los distintos responsables públicos de las administraciones central y autonómica. El escandaloso número de víctimas del desastre deja un rastro de pena difícil de olvidar y un calvario para tantas familias y localidades que además de la perdida humana suman un repentino freno a sus planes vitales. Día a día, con mucho esfuerzo y dedicación la mayoría de las calles sepultadas por el barro van recuperando una cierta normalidad y la heroica reapertura de algunos negocios apunta a una reconstrucción lenta pero segura. También con alguna burocracia de más, van llegando las urgentes ayudas de las distintas administraciones que son imprescindibles para recomponer el mapa personal y económico de una sociedad todavía en estado de shock

Hay que destacar la enorme capacidad de movilización que ha demostrado una vez más el tejido empresarial valenciano, para adecuar en tiempo récord la reparación de fábricas, naves, negocios, oficinas y despachos. Al tiempo que se van agilizando los escudos de protección social de miles de empleados que vieron destruidos sus puestos de trabajo, muchos de ellos damnificados doblemente por vivir en las zonas más afectadas por la barrancada. También ha sido relevante la ágil restauración de las infraestructuras y la progresiva reapertura de los servicios de transportes públicos para que la movilidad de dos millones de personas vuelva a parecerse a como era antes del 29-O.

El empeño demostrado por la mayoría de la sociedad valenciana no ha olvidado las responsabilidades todavía sin asumir por los máximos responsables públicos de una tragedia natural, pero que con los actuales protocolos de emergencias debería haber rebajado bastante la cifra de muertos. Las dos masivas manifestaciones convocadas en València estas semanas lo atestiguan, así como la creación de diferentes asociaciones de damnificados en l’Horta Sud que anuncian acciones judiciales. Tiempo queda para que la anunciada reconstrucción sea total en el conjunto de la Comunitat Valenciana, y en especial en las más de setenta poblaciones de la provincia de Valencia devastadas por la DANA, pero el funeral de este lunes debería marcar una desescalada progresiva en el cruce de acusaciones entre el Gobierno y el Consell. La esperada homilía del arzobispo Enrique Benavent, quizás en su sermón más difícil de su larga carrera eclesiástica, debería remarcar la unidad como máximo sentido colectivo contra la calamidad sobrevenida. Porque el consuelo a los familiares y allegados de las víctimas, y la atención máxima a los damnificados deben estar en el centro de cualquiera de las acciones presentes y futuras. 

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