Opinión | LA RUEDA

Navidad, Navidad

Estamos inmersos en plenas fiestas navideñas, tan entrañables, y universales en el mundo cristiano. Una fiesta que se instituyó oficialmente en el 320 por el Papa Julio I, en tiempos de Constantino el Grande, con motivo del nacimiento de Jesucristo el 25 de diciembre en el solsticio de invierno, precedido de otros actos como las célebres Saturnalia de la época romana. Mateo y Lucas refieren datos concretos del acontecimiento.

Hablan del lugar de nacimiento, Belén, de los ángeles, de los pastores y del pesebre. Con el tiempo esta fiesta se ha convertido en un verdadero acto de fe, y el fenómeno de los belenes nació tempranamente con el que organizó San Francisco de Asís en el siglo XIII en Greccio. En España nació la tradición en el siglo VI, según parece. Y hasta en nuestro Castelló/Castellón la afición por los belemnistas es notoria: Ignacio Villalobos, Fátima Agut, sobresalen en su conocimiento. Hay un mensaje de paz, de amor y de compasión en la Navidad, aparte de la alegría compartida.

Grandes comidas

Es cierto, que hoy en día ha ampliado su campo con otras actividades y rituales originales para convertirse en una fiesta que, teniendo como centro el Nacimiento de Jesús, ha desbordado su objetivo primordial para invadir otras parcelas con un aire diferente y distinto, tal vez, del acontecimiento original. Las grandes comidas, la diversión, en general, se aleja de aquel objetivo. Pero es lo que hay. En una u otra forma el espíritu de la Navidad permanece. Bien haríamos en releer el Cuento de Navidad de Dickens y reactualizar su hermoso contenido. El avaro Scrooge, y tantos como él, andan sueltos, sin que nadie repare en el mensaje serio del cuento. Para todos, para todos, ¡una feliz Navidad!

Profesor

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