Opinión | PUNTO DE VISTA

Cultura de la cancelación

Es un fenómeno social relativamente reciente que básicamente se produce en internet, pero puede alcanzar a todos los medios. Por ejemplo, los ataques a Iker Jiménez y a Pablo Motos. Consiste en reprochar, atacar y marginar a aquellas personas que realizan actividades o comportamientos o han hecho comentarios que son mal vistos o que se sitúan en posiciones contrarias al cancelador, sean verdaderos o falsos, o en un pasado reciente fueran normales, si hoy el buenismo no los considera así. 

Antes te podías comportar o hablar con más libertad, ahora hay muchos temas tabú y de los que no se puede decir nada, así que o te autocensuras o estás muerto. Si eres un librepensador, eres un peligro y siempre hay alguien que se ofende. El cancelado no tiene derechos y la avalancha de descalificaciones e insultos que le vienen encima es brutal. A mí, estos canceladores me importan un pito, el problema es suyo. Lo malo son las consecuencias que pueda tener, para el implicado, su familia, su trabajo, etc. Todos podemos equivocarnos, si es así pedimos perdón. Pero por miedo no podemos limitar nuestra libertad, ni vivir pendientes del qué dirán. Afecta a los famosos, pero puede atentar contra cualquiera. Tiene su principal manifestación en las universidades americanas y su imposición de la cultura woke. Si bien hunde sus raíces en principios de la Alemania nazi, lo sufrían los judíos y quienes se oponían al nacionalsocialismo. Los que la defienden creen enarbolar pureza moral y política, ellos son buenos y los otros malos. Lo que son es intolerantes, censores y bobos.

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