Opinión | COSAS MÍAS

Cáñamo y baldosas

Castellón acabará el siglo XIX con una escasa incorporación a los sistemas tecnificados de la revolución industrial, de modo que la artesanía y el pequeño taller seguían siendo el sistema de producción habitual, como pudo comprobarse en la exposición de artes e industrias que tuvo lugar el año 1887, organizada por el Casino de Artesanos en el patio del convento de Santa Clara, en el tiempo dedicado a instituto de bachillerato. Esta exposición que documenta el inapreciable libro de tío bisabuelo, Ribelles Comín, es una referencia para conocer los talleres de producción locales, complementado con las guías anuarios de la provincia que publicaba Bellido Rubert.

Los dos primeros tercios del siglo XIX siguen la misma tónica de la centuria anterior, con el cáñamo como único producto fabril al que habría que sumar los de los curtidos. En consecuencia, el salto a la industrialización más desarrollada, habrá que referirlo al final del periodo isabelino y más en particular al de la restauración, en que los negocios, puestos en paralelo con el desarrollo del cultivo del naranjal, permitieron destinar capitales de inversión para cometidos de tipo mecánico.

Manufacturas

Desde 1870, comienzan a introducirse en la ciudad manufacturas de baldosas hidráulicas, como la de la ronda Magdalena que funcionaba desde el año 1887, y también de ladrillos y tejas, en consecuencia a la intensificación constructora que lleva aparejado el incremento de hábitat.

Cronista oficial de Castelló

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