Opinión | COSAS MÍAS

Baluartes y torres

El virrey de Valencia, en tiempos de Felipe II, Íñigo López de Mendoza, marqués de Mondéjar, estableció todos los puntos estratégicos que a lo largo del litoral debían de ser lugares de rebato e indicar la cantidad de hombres que debían de acudir y de qué poblaciones, en caso de los frecuentes ataques corsarios en el inicio de la segunda mitad del siglo XVI. El número de personas, como ha investigado Milagros Belchí, era directamente proporcional a la importancia estratégica del lugar. En concreto, Castellón debía ser socorrido por las villas de la Plana, Morella y Onda.

Vigilancia

Asimismo, encargó al ingeniero italiano Juan Bautista Antonelli la inspección y proyecto de construcción de los baluartes del puerto de Cartagena y el estudio de la salvaguarda de la costa levantina. A resultas de este plan de fortificación se construyeron varias de las torres de vigilancia en Murcia y el Reino de Valencia, y se acometió el restablecimiento, entre otras de importantes ciudadelas, de las murallas que protegen Peñíscola. Y es que las costas pertenecían al patrimonio regio y los monarcas estaban obligados a proveer su defensa.

Consecuencia de estos dictámenes fueron la sucesión de edificaciones en toda la costa de Castellón, desde Vinaròs a Almenara, descritas por Escolano en su Historia del Reino de Valencia de 1611. El campanario fortaleza de la iglesia arciprestal de la primera, ya es un referente, como lo son las torres de la segunda. En total, en el siglo XVII, se contabilizaban 18 atalayas en la costa del territorio de lo que hoy es la actual provincia.

Cronista oficial de Castelló

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