Opinión | Pensamientos desde el rincón

El retablo de las malas intenciones

En El retablo de no, Luis Rodríguez clava una pregunta que resuena como un eco en estos tiempos turbios: «¿Por qué vemos antes una letra torcida que una mala intención?». Es curioso, y a la vez desolador, que esta reflexión pueda extrapolarse a casi cualquier ámbito de nuestra cotidianidad, pero pocas cosas la ilustran con tanta crudeza como la política internacional. Y, entre los múltiples nombres que se alzan en este escenario de sombras, el de Donald Trump vuelve a emerger como un espectro incómodo profierendo atrocidades que no solo banalizan el sufrimiento humano, sino que además perpetúan la desinformación. Y mientras los focos se posan en sus palabras, tan torcidas como cualquier letra de un rótulo barato, la mala intención —ese cáncer enquistado en las entrañas del poder— pasa desapercibida. Nos entretenemos con el espectáculo, con el ruido, mientras la praxis política se despliega como un truco de magia de feria.

No solo es Trump, claro. Él es apenas la punta más visible del iceberg, el bufón de una corte plagada de silencios cómplices y promesas huecas. La política, hoy más que nunca, se ha convertido en un retablo grotesco donde se nos vende humo empaquetado como progreso. Donde los gobiernos –sin importar su bandera– se especializan en confundirnos con discursos ampulosos y cifras maquilladas. Y mientras tanto, el ciudadano de a pie, ese ser anónimo y desgastado, sobrevive entre la indiferencia y el desengaño, sin tiempo ni fuerzas para cuestionar las verdaderas intenciones que se esconden detrás de los titulares.

Volvemos, entonces, a la pregunta de Rodríguez. Quizás la vemos antes porque es más cómodo, porque señalar una letra torcida nos hace sentir partícipes de algo, aunque sea minúsculo, mientras que desenmascarar las malas intenciones exige valentía, esfuerzo y, sobre todo, la voluntad de mirar a los ojos del monstruo. Y no todos están dispuestos a hacerlo. Porque mirar implica reconocer, y reconocer implica actuar. ¿Estamos preparados para eso? 

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