Opinión | VIVIR ES SER OTRO

Opinadores y opinantes

Creo que hay dos tipos de personas que escriben columnas de opinión: los opinadores y los opinantes. Se trata de seres antagónicos y, a la vez, complementarios y recíprocos. Subrepticiamente, van los unos contra los otros y viceversa. Eso sí, solo leen a sus rivales, a sus némesis, a aquellos que, con las vísceras afuera, opinan de modo distinto. Y luego, cuando les llega su turno, sueltan puyas no solo contra los de siempre (el gobierno, la alcaldesa, el presidente de su escalera…) sino contra el que escribió una columna tres o cuatro días antes. Este, el aludido con retruécanos, finge que no se da por enterado, pero al escribir él, suelta su bilis por medio de artimañas, de un modo muy similar a como lo hizo el otro.

A cuál de los dos gremios pertenezco yo apenas importa a nadie, y menos a mí mismo, un bandarra de las letras que se moja poco y escribe en general de chorradas. Así que yo me incluyo dentro del sector crítico de los opinadores y me califico como disidente de los opinantes. La verdad es que esto me recuerda a La vida de Brian

¿Por qué? Quizá la razón de mi separatismo venga desde el quinto rincón del cuadrilátero: el escepticismo y la vagancia. Pero lo domina todo un hecho superior: las pocas ganas que tengo, en general, de tener o no la razón. No de equivocarme, que como a todos me gusta poco meter la pata. Bueno, en realidad también eso me da igual; lo que me resulta fastidioso son las consecuencias de valorar de forma errónea una situación.

En mi trabajo, si sale algo mal, esto es si un libro pierde pasta, aprendo. Cuando acierto, me cuelgo las medallas delante del espejo y sonrío como para foto de primera comunión. Lo primero (aprender) es útil, lo segundo (ensalzar mi ego) no sirve para nada. Así que, bien pensado, debería equivocarme más y así acceder a importantes lecciones. Pero, lo dicho, lo que frustra esta opción son las repercusiones de hacer las cosas mal, no ellas en sí mismas.

Opinadores y opinantes… Ya no sé qué quería decir con esto, la verdad. ¿Lo ven? Un poco lo que comentaba antes. Si fuera uno de esos columnistas o tertulianos que te hablan de lo que quieras, que tiene las ideas claras y sabe más que tú, tu cuñado y tu suegra juntos, esta columna de opinión haría muchas líneas que estaría en la basura. A veces me pregunto por qué no hago como muchos y despotrico aquí de todo aquello que me parece injusto. Que nadie piense que creo vivir en un mundo perfecto. No, no es eso. Quizá se deba a que si tengo algo medio claro es que mala baba y ganas de señalar la paja en el ojo ajeno hay de sobra en este mundo.

Imagen equivocada

Igual por culpa de esta actitud, no se crean que no pienso en estas cosas, doy una imagen equivocada. Aquí sería pertinente añadir aquello de que «quienes me conocen en persona saben que…». Saben nada, ni quienes están más tiempo cerca de mí: el que opina aquí soy yo, el que vive en la calle, lleva al niño al colegio, se disgusta con el fútbol, con el ajedrez, con la política, con el clima, con los precios del supermercado, con lo de Gaza, con Trump, con la corrupción… Ese, ese es otro. O no, o sí. Bueno, qué más da. 

Editor de La Pajarita Roja

Tracking Pixel Contents