Opinión | EL TURNO

Nos salva el amor

Después del día de San Valentín quizás resulte algo cursi, incluso demasiado previsible, pero el mes de febrero en su ecuador siempre nos recuerda aquel religioso romano que casaba soldados con sus prometidas, sin que la ley lo permitiese, y en plena persecución del cristianismo. Por ello fue martirizado y sacrificado.

Sin embargo, aún hoy celebramos con este festejo su defensa del amor y los afectos, en un reconocimiento casi universal a aquel acto de rebeldía que, inicialmente fue castigado, y hoy reivindicamos como algo glorioso. Escuchaba a mediados de semana en una tertulia televisiva que el 14 de febrero no debía ofender a nadie; lo celebra quien quiere y a quien le apetece y quien no, pues no lo celebra. Y coincido.

El amor no es solo un sentimiento que se comparte con la pareja, sino que es algo que nos atraviesa enteros, con tantas aristas y tantas modalidades que cualquier celebración de su expresión cabe en un día así. En ese día y en todos.

Y no me refiero a hacer regalos, aunque me guste hacerlos y recibirlos.

Por supuesto no es necesario hacer una proclama, pero sí me ha apetecido en estas líneas que os comparto hoy hacer la poco original, pero por ello no menos necesaria, reflexión sobre la importancia de reivindicar el amor como principio y fin de todo.

Nuestra existencia, nuestras metas, nuestros retos, se sustentan en todo lo bueno que queremos llegar a hacer y ser por aquellos a los que estimamos.

Nuestras acciones no siempre lo demuestran y, por eso mismo, debemos coger aire para decirnos y decir que amamos sin temor y queriendo amar. A quienes son importantes para nosotros, a quienes queremos cuidar, por el conjunto de la sociedad en la que nos involucramos y con la que trabajamos por un futuro mejor para todas y todos. Solo si el propósito es genuinamente generoso, sustentado en los sentimientos positivos, llegará a buen puerto.

Aquellas vidas que se sustentan y encuentran en el odio y el resquemor el impulso para sus acciones no deben inspirarnos más que aflicción y compasión, pues la felicidad nunca irá de la mano de sentimientos que no sean el amor.

Alcalde de Peñíscola

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