Opinión | PARECE UNA TONTERÍA

Todopoderoso

Durante años nos dotamos de un sistema social en el que se diluía la diferencia entre estar forradísimo y estar sin blanca. De hecho, la diferencia estaba muy clara. La tranquilidad de tener dinero no se comparaba con nada. Incluso te podías permitir el lujo de afirmar que el tema del dinero no te quitaba el sueño y que rara vez pensabas en él. Lo que quiero decir es que para según qué cuestiones daba bastante igual tener mucho dinero que tener poco. En aquel tiempo no se confundía ser rico con ser todopoderoso. Ninguna fortuna alcanzaría para hacerse con bienes que, en el fondo, carecían de precio, no se vendían, pues de ellos dependía la igualdad efectiva de todos los ciudadanos al margen de su condición personal o social.

Pero ese tiempo empezó a agrietarse cuando los superricos del capitalismo tecnológico dejaron de conformarse con ostentar el poder económico. Decidieron que pequeño caramelo era ese. Ya no tenía sabor, de tanto chuparlo. Había demasiada gente millonaria así que necesitaban algo más, algo que los diferenciase de quienes eran simplemente ricos. Pusieron entonces la vista en otros poderes, y en el país (Estados Unidos) donde parecía imposible, porque su democracia se dotaba de sabios y complejos contrapesos, los alcanzaron.

Supermillonario

Un día se preguntaron en voz alta lo que hasta en ese momento solo se atrevían a pensar para ellos: ¿Por qué no podían mandar mucho más, y hacer todo lo que quisieran, si no había nada que no pudiesen comprar? De qué valía hacerse supermillonario si no tenían cualquier cosa que deseasen a su alcance. Y ya están mandando. Representan a la vez el poder económico, el ejecutivo y el legislativo. Quizá también el judicial. Nadie les puede negar nada. Ni lo más monstruoso. Y si les preguntas por qué lo hacen, te dirán porque pueden, y si la respuesta no te gusta, tienen otra aún más atroz: «Porque me lo permitisteis».

Escritor

Tracking Pixel Contents