Opinión | Pensamientos desde el rincón

La fugacidad que nos habita

El instante, dice Adan Kovacsics en El destino de la palabra (Ediciones del Subsuelo), es un átomo de la Eternidad. Una grieta apenas perceptible en el muro impenetrable del tiempo. Y sin embargo, cuánto cabe en ese parpadeo. Hay una dulzura callada, casi trágica, en esa imagen: la Eternidad –tan vasta, tan ajena– queriendo infiltrarse en el fluir constante de los días, en la corriente irrefrenable de nuestras horas. Como si quisiera recordarnos que todo cuanto vivimos no es sino un intento torpe de asir lo inasible, de convertir lo eterno en algo que podamos tocar.

Pienso en el tiempo y en cómo lo tratamos. Lo manoseamos, lo desfiguramos, lo llenamos de urgencias que no nos pertenecen. Lo transformamos en una sucesión de objetivos, de metas, de casillas que tachar en una agenda que siempre parece a punto de desbordarse. Pero el tiempo no es eso. O no debería serlo. El tiempo es el aire tibio que entra por una ventana entreabierta, el sonido distante de alguien regando las plantas. El tiempo es, ante todo, detalle. Fragmento. Ínfima revelación.

El tiempo es también ese vértigo sutil que nos asalta cuando entendemos que no lo controlamos, que todo aquello que damos por hecho se disuelve apenas ha nacido. Y, sin embargo, en su fugacidad radica su valor más profundo. Porque nada permanece, cada cosa nos es dada una única vez, y en esa conciencia de lo efímero se esconde el secreto: aprender a mirar lo pequeño, lo inadvertido, lo que ocurre mientras no estamos atentos. Al menos, eso creo desde que me convertí en padre.

Apreciar el tiempo es aprender a convivir con la pérdida, con la certeza de que cada instante es una despedida camuflada. Y ahí reside su belleza: en su precariedad, en su fragilidad inabarcable. No hay instante pequeño si sabemos mirarlo. No hay gesto insignificante si lo resguardamos como quien recoge un pájaro herido. Porque el tiempo es, en definitiva, un acto de amor: hacia lo vivido, hacia lo que se va, hacia lo que aún no ha llegado. 

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