Opinión | VIVIR ES SER OTRO
Topos y marmotas
Hoy comienzo con una cita, maravillosa y sugerente. Luego les comento de quién es y por qué la copio:
«A mi paso por Castellón tuve la impresión de que había proliferado una raza de topos gigantescos. Todas las calles estaban salpicadas de montones de tierra extraída para la construcción de un sistema de túneles comunicados que eran refugios antiaéreos. Son tan eficaces que bombarderos italianos de Mallorca habían dejado caer la víspera cuatrocientas bombas, destruido 93 casas y solo matado a tres personas. Los habitantes de Castellón no evacúan la ciudad, sino que se sientan ante sus casas; las mujeres haciendo punto y los hombres en cafés, pero cuando suena la alarma todos se meten en agujeros como una colonia de marmotas».
Eso dijo de nuestra ciudad, en mayo de 1938, nada más y nada menos que un premio Nobel de Literatura ejerciendo su otro oficio, el de periodista. Además, no estamos ante uno de esos ganadores del galardón más importante de las letras que el tiempo ha llevado al olvido. Como, de su época, los que recibieron Perse, Jensen, Sillanpää… Autores que hoy en día ni siquiera nos suenan (y que a lo mejor son magníficos, ojo). No, el citado novelista es uno de los más nombrados y reconocidos de todo el siglo XX, una leyenda de las letras. Seguro que les suena. Me refiero a Ernest Miller Hemingway. El autor de libros tan importantes como Por quién doblan las campanas (ambientado en nuestra guerra civil), Adiós a las armas, El viejo y el mar o el mítico libro de relatos Las nieves del Kilimanjaro.
Visita
La pregunta es clara, ineludible, al menos para mí: ¿cómo es que a nadie se le ha ocurrido darle el nombre de una calle, de una plaza, a un escritor tan insigne, de fama mundial y con tanta relación con nuestro país (véase Pamplona, cuyos Sanfermines él internacionalizó)? No hablamos de cualquier mindundi como, qué sé yo, José Echegaray, que sí tiene calle y a quien, como los autores citados más arriba, nadie lee ni conoce hoy en día (situación que ya dura casi cien años). Y que conste que no tengo nada en contra del primer español en ganar el Nobel de Literatura, es más, aparte de un gran dramaturgo, fue un reconocido matemático, político… un hombre renacentista al que no pido que se le quite la calle en nuestra ciudad. Lo que reclamo es una para el norteamericano que dedicó unas bonitas palabras a nuestra gente en un momento tan difícil de nuestra historia. Hemingway, adscrito sin medias tintas al bando republicano, visitaría al acabar la contienda nuestro país, durante la dictadura franquista, en 1954, y nadie le dijo nada. Seguro que en gran medida por la estupidez e incultura de los censores, pero lo cierto es que incluso se le homenajeó y se le sacó todo el rédito posible en Navarra. Aquí no. Estoy seguro de que la anécdota le gustaría a los turistas que, cada vez más, visitan nuestra ciudad. Si miramos el callejero podremos encontrar un buen puñado de lugares con nombres sin relación con la capital de la provincia o con merecimientos más que dudosos. ¿Por qué no una calle, plaza o avenida del centro para Hemingway?
Editor de La Pajarita Roja
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