Opinión | BABOR Y ESTRIBOR

Política guiñolesca

Mark Twain dejó escrito: «La política es la única profesión en la que se puede mentir, engañar y robar, y aun así ser respetado». El genial periodista y escritor ofrecía tan marcada opinión en los Estados Unidos del siglo XIX, tras haber sufrido en carne propia una guerra civil y el imperialismo yanqui iniciado con singular impulso en las contiendas de Cuba y Filipinas. Con Trump, la pluma de Twain, podemos intuir, sería beligerante con cáustica socarronería. Como lo sería aquí un revivido Vicente Blasco Ibáñez, empleado en combatir al poder de turno en estos tiempos políticos de corte guiñolesco, en los que nos desayunamos cada día con el más difícil todavía de una clase dirigente descastada y sin rubor de tomar el pelo al personal. Entre tanto, el limitado número de representantes públicos a salvar de la iniquidad prefiere moverse en la cautela del gris marengo y contada brillantez.

Si no, cómo explicar el trágala de la sonrojante charlotada nacional en la que todo queda emborronado a ganancia de espabilados y gentes de fortuna. Que alguien diga qué país occidental de democracia consolidada aguantaría un Gobierno tal como el Frankenstein presidido por Pedro, rendido a los chantajes de un delincuente huido de la Justicia. Y, de momento, salpicado por procesos judiciales en los que aparecen afectados la propia esposa del jefe del Ejecutivo; el que fuere su número dos, incalificable Ábalos, y el fiscal general del Estado, entre otros.

Charlatanes bien maqueados y diestramente aleccionados intoxican la buena voluntad de la ciudadanía. La técnica de bambalinas y escenario de la farsa sigue funcionando. Entre tanto, semejante método, elaborado con delirante éxito en pos del poder, deja un país polarizado como nunca desde la muerte del dictador. Un país cuarteado por egoístas intereses de nacionalismos insaciables, dando pábulo a la extrema derecha que pilota Abascal. Ayer protegido de Esperanza Aguirre y amamantado en las ubres del PP, ahora entregado en la práctica de la más letal receta para la pervivencia del centroderecha y en beneficio de la aviesa estrategia de Pedro, el genio político que abjura de principios y ética, mediando el lema patrio: Vaya yo caliente, ríase la gente. Abascal y Puigdemont resultan el mejor sostén del sanchismo, gracias a la endiablada coyuntura electoral que aprovechan ambas escoradas derechas a las que representan.

El fin justifica los medios

Al otro lado más de lo mismo, con acentuada escora por babor y pasando facturas infumables (Junts, ERC y Bildu se llevan la palma) asumidas por Pedro con la complacencia del cínico al que le renta practicar sin ambages aquello de el fin justifica los medios, seguro de su posición de superioridad a la hora de no poner límites en beneficio propio.

Miguel Ángel Aguilar, uno de los más veteranos periodistas en ejercicio, con permiso del decano Raúl del Pozo, tras 60 años al servicio de la información asegura: «Vivimos una degradación de la política y del parlamentarismo». Entre tanto, Feijóo sigue sin atinar en la visión que requiere el momento. La iniciativa ventajista siempre es de Pedro. Un peligro.

Periodista y escritor

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