Opinión | La Rueda

Publicidad impositiva

Los banqueros y tenderos que estos días presumen de beneficios récord en los medios de comunicación seguirán favorecidos por las facilidades fiscales que abrió Felipe González y han ensanchado los siguientes gobiernos, pero los que practican apnea en economía sumergida, los analfabetos fiscales en B, han de saber que las vidas en negro son importantes para Hacienda. La inspección sale de montería y va a apuntar a coches de alta gama, cenas Michelin, cubiertas de yates, arenas exóticas/nieve en polvo, piscinas colineales con el horizonte en casoplones de colina que lucen en las redes sociales, donde los ricos ostentan lo que los pobres aparentan.

El liberalismo hortera mató el cuidado por los signos externos del catolicismo hipócrita y ahora los ricos quieren que se entere el mundo de lo que gozan, menos Hacienda. En privado, los empresarios se vanaglorian de asesores eficaces y de facturas falsas. En público, artistas y futbolistas no declaran, apuestan contra Hacienda.

El mundo está en situación de volver a los inicios del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas cuando las declaraciones no eran secretas y cualquier ciudadano podía ver lo que tributaba otro. Ya no es así y para pavonearse de lo que se gana nada mejor que lo que se declara y paga a Hacienda. Entre presumir en un selfi en Instagram y ostentar un dato oficial ya me dirás. Algún idiota declararía de más (lo que no es delito). Pero como las declaraciones de Hacienda son secretas, los ricos prefieren alardear públicamente de lo que tienen y privadamente de lo que defraudan, que pagar por lo que ingresan.

ETA secuestró en 1981 al industrial Luis Suñer, el español al que le había salido la positiva más alta el año fiscal anterior, y eso sirvió de excusa para hacer secreta la declaración. Ahora que no hay ETA y gusta deslumbrar la publicidad impositiva puede ser un incentivo contra el fraude. 

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