Opinión | EDITORIAL
Prepararse para imprevistos
El cambio radical que se ha producido en el escenario internacional con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha llevado a la Unión Europea a plantearse no solo la necesidad de reforzar su defensa, visto que ya no podrá contar con el amparo militar de Estados Unidos, sino también a planificar la protección ante las emergencias, sean estas del tipo que sean. Las contempladas en el proyecto van desde desastres medioambientales, pandemias o ciberataques, hasta hipotéticos conflictos bélicos. Un panorama, así visto, desolador. Aunque la Comisión Europea no pretende atemorizar a la población sino únicamente concienciarla del riesgo. Pero lo cierto es que el simple aviso de que esas son amenazas que se ciernen sobre nosotros no deja de ser inquietante. Y eso que las catástrofes acaecidas en los últimos cinco años solo en España ya deberían habernos vacunado contra el alarmismo. Se vivió la pandemia del covid, que se compartió con el resto de la humanidad, la alarma por las consecuencias de la guerra en Ucrania, la erupción del volcán de La Palma o la dana valenciana. Emergencias que llegaron al límite de las peores pesadillas. Ahora, la Unión Europea trata de evitar que cualquiera de esas circunstancias, de producirse, vuelva a coger desprevenidos e indefensos tanto a la Unión como a los países y a los ciudadanos particulares.
Si ya se han vivido emergencias terribles y no se había urgido a los europeos a planificar su seguridad personal, la de al menos las primeras 72 horas, es porque, pese a su gravedad, por ejemplo la del coronavirus, parecía que el continente se sentía fuerte y a salvo. Pero la nueva inestabilidad geoestratégica ha llevado a la UE a ponerse las pilas. Las mismas que recomiendan que la ciudadanía tenga en casa, por si la catástrofe provoca un corte de energía eléctrica. Las autoridades de Bruselas quieren incrementar la capacidad de la sociedad europea para resistir en tiempos de crisis. Pese a que las competencias de gestión de crisis son estatales, regionales o locales, la UE ofrece un marco común de respuesta a las emergencias. La comisaria de Preparación y Gestión de Crisis e Igualdad, Hadja Lahbib, explicaba el pasado lunes que los estados miembros «ya no pueden hacer frente solos a sucesos como grandes inundaciones, incendios forestales o ataques híbridos». Y esa impotencia, que se ha puesto de manifiesto en todas las catástrofes mencionadas, fundamenta el nuevo marco europeo que trata de racionalizar, coordinar y maximizar el uso de las herramientas comunes con que cuenta para gestionar las crisis.
Protección
La Estrategia de Preparación de la Unión, que ayer se presentó, pretende algo tan importante como proteger las infraestructuras críticas, para que hospitales, redes de transportes, energía o servicios digitales puedan seguir funcionando en condiciones extremas. Por ello también se pide la colaboración de los ciudadanos, tanto para que como colectivo defiendan a la Unión Europea y sus valores como para que puedan, por sí mismos, sobrevivir al menos los primeros tres días de una emergencia sin más ayuda que la de las provisiones que deberían almacenar: agua, alimentos enlatados, medicamentos, baterías o un aparato de radio. Un plan que, globalmente, no es que sea necesario, es que es imprescindible.
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