Opinión | LA RÚBRICA

La marca Vox

Dentro de nuestra historia democrática, Vox es un partido todavía joven, surgido de la desazón y el hastío que produce ver como unos escriben lo que los otros les dictan. Por eso, unos negocian con separatistas, y los otros también. Unos votan algo en Europa, y los otros también. Unos aplican a rajatabla la Agenda 2030 y el Pacto Verde que arruina la industria y el campo, y los otros también.

Nosotros no. Nosotros nos debemos a nuestros votantes que, a pesar de los voceros mediáticos untados de dinero público, cada vez son más porque nos ven con la esperanza de quiénes están dispuestos a sufrir escarnio público sin moverse un ápice de su posición, sin dar un paso atrás. Aun así, resulta que todo el progrerío echa chiribitas porque en los presupuestos del Consell se haga notar la impronta de Vox. Por ejemplo, que no se admita a un MENA más; que se suspendan las ayudas a las oenegé que se lucran con el tráfico de seres humanos; que À Punt se abra al español para que realmente sea plural y bilingüe; que haya partidas para reponer las cruces que sectariamente arrancó la izquierda; o que por fin se pueda televisar una corrida de toros en una provincia que tiene el récord absoluto de festejos taurinos en España. ¡Había que ver en Magdalena la plaza abarrotada en los concursos de recortes!

Y por supuesto, lo que no les dirán, es que la marca Vox es sinónimo de bajada de impuestos y eliminación de todo gasto que no sea imprescindible: partidos políticos, sindicatos, patronal, y un largo etcétera de entes, agencias, comités… Claro que se va a notar que Vox condiciona los presupuestos autonómicos, igual que lo hace en Castellón.

Portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Castellón

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