Opinión | VIVIR ES SER OTRO

Castelló

Arde Troya

A tenor de la descalificación de la gaiata 8 Portal de l’Om en las pasadas fiestas de la Magdalena, le expliqué a mi hijo y a una amiga suya la legendaria historia de la bandera con las cuatro barras. Recordemos que el sector del Portal de l’Om solo puso tres franjas rojas en el monumento. Los niños, en su inocencia y, a la vez mala leche, preguntaron por qué cuatro líneas y no cinco si ese es el número de dedos. La respuesta es fácil ejecutando un simple gesto, el mismo que el ensangrentado Guifré el Pilós supuestamente realizó sobre el escudo amarillo tras ser herido de muerte. Eso me llevó a contarles la graciosa sucesión de nombres de los descendientes del mencionado conde. Ya saben, aquello de los Ramón Berenguer, Berenguer Ramón y Berenguelas varias que se fueron sucediendo. Mítico lo de los gemelos llamados iguales pero con el orden de sus nombres invertido. Irónicamente, se puede entender que uno acabase con la vida del otro.

Y de ahí a Petronila de Aragón y Ramón Berenguer IV hay solo un paso. Un paso difícil de dar porque entramos de lleno en la polémica entre aragoneses y catalanes. Surgen los problemas a la hora de identificar símbolos, instituciones, quién absorbió a quién, fueros, daciones, herencias y demás zarandajas que, y esto es curioso, ambos bandos han resuelto categóricamente. Por desgracia, claro, unos y otros no se ponen de acuerdo, ni de lejos. La política entra de lleno para malograr la investigación histórica.

Es entonces cuando uno se queda con la prehistoria. Ese tiempo en el que no nos dejaron vestigios escritos y que se presta a la imaginación. La realidad cruza su camino con la ficción y eso tiene un inmenso atractivo.

Poco tiempo después, en el colegio de mi hijo, un arqueólogo les narró a los niños La odisea de Homero. Me cuenta el chaval que el tipo era muy gracioso y hacía voces divertidas. Lo del caballo de Troya ya se lo había contado yo, pero no conocía el viaje mítico de Ulises. Siempre he sido más de La iliada que de La odisea. La obra sobre la guerra troyana, aunque más confusa y difícil de leer, muestra una historia compleja, llena de aristas y emoción. El viaje de regreso a Ítaca lo veo como la primera producción de Marvel. Más o menos. Eso sí, de las aventuras de Ulises/Odiseo me encanta cuando tras su regreso disfrazado de mendigo, el primero en reconocerlo es su perro, Argos. El pobre estira la pata (nunca mejor dicho) en ese justo momento. Tiene narices que le pase eso después de haber esperado veinte años el regreso de su amo.

Lo bonito de las historias de Homero es que ahí ya no tiramos de nacionalismos ni de ideologías para arrimar su narración a nuestra vera y volverla complaciente. Bueno, esto en verdad no es del todo cierto: hay quien dice que el bardo ciego era una mujer y, rastreando por internet, uno puede leer teorías de todo tipo. Ya saben que la red es el lugar donde uno siempre tiene razón porque puede encontrar lo que quiere, amoldado a su gusto y pensamiento.

¿De qué hablaba? Empecé con las cuatro barras y acabé poco después de que ardiese Troya. Así me gusta esta columna, leches.

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