Opinión | EDITORIAL

El ladrillo resucita. También el crédito

El mercado inmobiliario de Castellón está viviendo un renacer que pocos habrían imaginado hace apenas unos años. Tras un largo periodo de letargo marcado por la crisis económica y la contención del crédito, el sector ha recuperado pulso con una intensidad que recuerda --aunque con matices fundamentales-- los años previos al estallido de la burbuja. Hoy, los precios suben, las operaciones de compraventa se multiplican y la banca, por fin, ha vuelto a jugar un papel protagonista: solo en lo que llevamos de año, las entidades financieras han concedido más de 100 millones de euros en hipotecas en la provincia. Un dato que no solo habla de confianza, sino también de oportunidad.

Esta reapertura del crédito hipotecario no se entiende sin el contexto de la rebaja de los tipos de interés, que ha devuelto el atractivo a las hipotecas tras años de endurecimiento financiero. Muchas familias, que en otro momento habrían postergado la decisión de compra, hoy se animan a buscar vivienda porque perciben que es el momento idóneo para adquirir una propiedad antes de que las condiciones cambien nuevamente. En paralelo, el aumento de la población en la provincia y la entrada de inversores externos está contribuyendo a consolidar esta nueva fase expansiva.

Ventas

Los datos hablan por sí solos. En los dos primeros meses de 2025, el precio medio de los pisos en Castellón subió un 5,3%. Y, lejos de disuadir a los compradores, se registraron 2.519 operaciones de compraventa, casi un 20% más que en el mismo periodo del año anterior. A lo largo de 2024, se vendieron 12.821 viviendas, frente a las 10.800 de 2023. Son solo unos ejemplos. Para encontrar un volumen de negocio similar hay que remontarse a 2008-2009. No obstante, la comparación con el pasado reciente deja claro que, si bien la actividad está en auge, la situación no es idéntica a la de entonces. En 2006, año de máximos históricos, la inversión superó los 3.100 millones y se vendieron más de 14.000 viviendas. Después llegó el derrumbe, y en 2013, la cifra cayó a apenas 442 millones.

Oferta

Hoy, las inmobiliarias insisten en que la situación es muy distinta. No se está gestando una burbuja como la de principios de siglo, aseguran. Lo que hay es un problema de fondo: la oferta de vivienda es insuficiente para responder a la demanda actual. Y a eso se suma que, en los últimos años, se han disparado los costes de construcción, tanto por el encarecimiento de materias primas como por la escasez de mano de obra cualificada. Es decir, hay factores reales que explican el alza de precios, más allá de la especulación.

La recuperación del sector, por tanto, tiene bases más sólidas que en el pasado. Sin embargo, no está exenta de riesgos. El más evidente: que la actual dinámica derive en una exclusión progresiva de las familias con menos recursos, especialmente los jóvenes, que ya tienen dificultades para acceder a una primera vivienda. Si los precios siguen creciendo y la oferta no se ajusta, el riesgo de una nueva fractura social es real. A ello hay que sumar la creciente dependencia de la demanda externa. Que una de cada tres viviendas vendidas en la provincia sea adquirida por no residentes puede considerarse un síntoma de atractivo económico, pero también plantea preguntas sobre el modelo de ciudades que se están construyendo y para quién. Es necesario que las políticas urbanísticas y de vivienda atiendan no solo al dinamismo del mercado, sino también al derecho a una vivienda digna de la población local.

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