Opinión
Misericordia
Nadie pensó en la capacidad que un juzgado de instrucción de la «zona cero» podía tener para arrojar luz sobre lo que pasó

Imagen de Paiporta, la mañana del 30 de octubre / M.A. Montesinos
El próximo martes se cumplirá medio año de la Gran Riada que el 29 de octubre de 2024 causó 228 muertos, miles de damnificados y miles de millones de euros en daños materiales, en un día aciago en el que todas las Administraciones, en mayor o menor medida pero sin excepción, fallaron.
Seis meses después, el president Mazón continúa al frente del Gobierno que tenía la responsabilidad de actuar en primer lugar (para eso se crearon las autonomías) y tiene el convencimiento de que podrá mantenerse en el puesto hasta agotar la legislatura. Es la misma convicción, la de llegar hasta 2027, que tiene Pedro Sánchez, en este caso como jefe del Ejecutivo español. Por extraño que resulte, ambos se sostienen sobre debilidades. En el caso de Mazón, las propias: el PP no tiene escaños suficientes para forzar su salida sin arriesgarse a ir a elecciones y perder el Consell. En el de Sánchez, las ajenas: los partidos que apoyan al Gobierno pueden apretarle, pero no ahogarle, porque ninguno (ni Junts, ni Sumar, ni ERC…) está en disposición de acudir ahora a las urnas. Así que el PP se pasa el día pidiendo que se anticipen los comicios en España, pero no quiere ni oir hablar de que se avancen en la Comunitat Valenciana. Y Morant se las pide a Mazón en València tantas veces como Sánchez se las niega a Feijóo en Madrid.
Esta es la descripción del simple cálculo político, en el que las estrategias, partiendo de situaciones radicalmente distintas, se ciñen a objetivos que mantienen parecidos evidentes, aunque no sean idénticos: para Sánchez resistir es ganar. Para Mazón, sobrevivir.
A partir de ahí, empiezan las diferencias entre quienes en estos seis meses deberían haber hablado todas las semanas y sin embargo cortaron cualquier comunicación cuando aún no habían acabado de retirarse los cadáveres de las calles. Sánchez, que volverá a ser el candidato socialista, tiene un dominio absoluto del PSOE, un Gobierno con políticos duros y con presencia (Montero, Robles, Bolaños, Puente, Alegría…) y los fondos europeos para cubrir la falta de presupuestos.
Por el contrario, Mazón no sabe si aun llegando a 2027 repetiría como candidato y se enfrenta en su propio partido a una creciente hostilidad en Valencia, mientras en Alicante lo que empieza a extenderse entre muchos es el temor a quedar desposicionados si se equivocan de día y hora. En Alicante los suyos aplauden mucho a Mazón. Pero dejan poco rastro de su supuesto apoyo al president en las hemerotecas.
En cuanto al Consell, ¿hay alguien aparte de la vicepresidenta Camarero, a la que cada vez se la ve más incómoda con el “papelón” que le ha tocado jugar? Martínez Mus lo intenta. Y en las últimas semanas ha habido señales de que las relaciones entre el Palau y el otro vicepresidente, Gan Pampols, que se deterioraron antes incluso de que el exmilitar hubiera ocupado su despacho, han mejorado notablemente. Pero Gan Pampols tiene el tiempo tasado y no está afiliado al PP, con lo que como escudo resulta precario.
Mazón, eso es cierto, tiene (o va a tener) presupuestos. Pero le han salido políticamente por un ojo de la cara y, a la hora de la verdad, no le resuelven la falta de recursos para hacer frente a la reconstrucción sin dejar de atender por ello el resto de necesidades de la Comunitat. Para eso necesita plena sintonía con el Gobierno de Madrid. Pero lo que hay por ambas partes es una guerra sin cuartel que ya ha cumplido medio ejercicio.
Atacar a Sánchez
Mazón creyó que confrontando directamente con Sánchez, él podría levantar cabeza. De momento, no está siendo así. Y uno de los factores determinantes para que el relato de la Generalitat haciendo único culpable de todo lo sucedido al Gobierno central no prospere está siendo la instrucción que dirige la juez de Catarroja Nuria Ruiz, que paso a paso ha ido invalidando todos los argumentos que la Generalitat esgrimía para atacar y defenderse.
Nadie pensó en la capacidad que un juzgado de instrucción de la “zona cero” podía tener para arrojar luz y delimitar negligencias sobre lo que pasó en aquella fatídica jornada. Y hacerlo con una celeridad, una claridad expositiva, un permanente ejercicio de transparencia y un respeto por los ciudadanos que esperan reparación de la Justicia, pocas veces vistos. Por eso tras la sorpresa inicial han empezado los movimientos para crear un clima de opinión contrario a la magistrada, en un intento de frenarla. Se buscan incluso argumentos para recusarla o para propiciar la nulidad de sus actuaciones. Pero en la judicatura nadie se va a meter en ese charco. Primero porque, al menos hasta aquí, la contundencia de algunos de los autos dictados por la juez puede haber sorprendido, pero no es causa ni de recusación ni de nulidad. Segundo, porque el clima social está suficientemente enervado como para no admitir sin respuesta maniobras que pudieran parecer torticeras y de eso son conscientes todos los magistrados, da igual si ocupan plaza en la Audiencia o en el TSJ.
A nadie le cabe hoy por hoy duda, a la vista de la instrucción, de que la magistrada sentará en el banquillo, como mínimo, a la exconsellera Pradas y al exsecretario autonómico Argüeso. Falta por ver si acabará también elevando una exposición razonada al Tribunal Superior para que prosiga la investigación imputando al president Mazón, dado que ella no puede hacerlo mientras esté aforado. La reiteración conque la juez ha “invitado” al jefe del Consell a declarar voluntariamente bajo esa condición de imputado podría apuntar a que su intención última es esa, aunque la magistrada deberá hilar muy fino en su argumentación para que el Derecho Penal le ampare en una decisión de tal trascendencia. Ningún jurista cree que el procedimiento acabe en condenas para los cargos públicos. Pero ningún político ignora que su mera instrucción supone un bombardeo casi diario de napalm.
Mientras todo eso se sustancia auto a auto, está aún por ver cuál es la participación del president Mazón en el congreso del Partido Popular Europeo cuya primera jornada se celebrará en Valencia, con la presencia de todos sus líderes, justo en el aniversario de la catástrofe. Instalados en la anomalía, el simple hecho de que Mazón vaya a un congreso de su partido que se reúne en la comunidad que preside es noticia. Así estamos. Adonde Mazón no acudirá será a la Romería de la Santa Faz de Alicante, una de las más nutridas de España, en la que el pasado año participaron casi 300.000 personas. Más allá del desafío de seguridad, La Peregrina planteaba un grave dilema a Mazón: ir y arriesgarse a ser abucheado en uno de los actos más multitudinarios y tradicionales que se celebran en su propia tierra; o no ir y ofrecer con ello la imagen política de la rendición. La duda la ha resuelto un viaje a Estados Unidos, que impedirá al president encabezar la marcha como han hecho todos sus antecesores. Una lástima, porque como el jefe del Consell sabe, al Monasterio se va a implorar “¡Faz divina, misericordia!”. Y no va sobrado de ella.
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